Las mejores leyes son las que adivinan el futuro. En 1978 se elaboró una que ha previsto lo que hoy ocurre. Pero como surgió después de un periodo dictatorial, ha habido sectores que la han tachado de conservadora por estar influenciada por los principios del movimiento franquista; el tiempo ha demostrado que ello no es así. Decía Machado que la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. O sea, que la realidad es la realidad, nos guste más o menos. Y la realidad española está formada por dos muchedumbres que tienen la misma patria pero antagónica ideología. Si todos fuéramos de izquierdas pues el Partido Popular nunca hubiera alcanzado la mayoría para gobernar. Y si todos fuésemos de derechas, la izquierda no hubiera gobernado ni antes ni ahora. Por eso las dos Españas se han alternado en el poder; primero UCD, luego PSOE, posteriormente Partido Popular, y ahora, de nuevo, la izquierda. Esas son las Españas de siempre que cuando nacemos, una de las dos no hiela el corazón. Por tanto, esta Constitución u otra muy parecida pero que eliminara el machismo en la Jefatura del Estado, es la que debe presidir nuestro ordenamiento. Reformar la actual en otro sentido, sería, si me permiten la expresión, «inconstitucional», por sectaria, al no tener en cuenta el innegable e irrenunciable dualismo ideológico de nuestros pueblos. Así que cuidadito con lo que hacemos y más aún cuando ya tenemos experiencia en nuestra historia reciente, cuando los líderes de tanto una España como la Otra fueron capaces de vender el alma al Diablo con tal de acceder al poder: se habla mucho y despectivamente de que Pedro Sánchez ha pactado con los independentistas cuando precisamente este hombre, hasta la presente, es el que menos lo ha hecho. González primero, y mucho más Aznar después, con tal de alcanzar la Moncloa, no dudaron en pactar con los independentistas la cesión de competencias cruciales para romper la solidaridad entre nuestras regiones y quebrar la unidad nacional. Así que fueron estos gobiernos y no el vigente, los que alimentaron al monstruo de un secesionismo que busca la desmembración de este milenario país y el desprestigio internacional de su maravillosa cultura. Pero la Constitución de 1978 está más sana que nunca porque a través de sus mecanismos como es la moción de censura y la activación del artículo 155, ha sabido dar respuesta eficaz a la corrupción política y a la insurgencia y deslealtad del gobierno catalán. Y ello ha sido posible porque en su día la Carta Magna fue elaborada con finísimo análisis social y nulo fanatismo ideológico. Otra Constitución que obvie o relativice la existencia de una de las dos Españas, creo que no servirá.

* Abogado