Faltan aun algunas semanas para que se inicien los días de carnaval. Sin embargo también hace algunas semanas que las murgas y chirigotas participan en concursos previos donde se selecciona a los mejores. Hay verdaderos artistas en la composición de las letras. Se nota, asimismo, que también los hay en el vestuario y la escenografía. La tradición carnavalesca en nuestras tierras andaluzas va acompañada de un cierto estilo popular entre la astracanada y el fino humor. Siendo un niño recuerdo las carátulas que se amontonaban en el desván de mi casa. No olvido una de aquellas que representaba la cara de un mono. Me decían que eran recuerdos de un carnaval ya prohibido; se cometían muchos desmanes bajo el anonimato de una máscara. Hoy día el carnaval de Venecia se distingue por unas artísticas máscaras que completan atuendos de mucho estilo. El cine ha sacado provecho de ese anonimato para plantear historias de amor, incluidas infidelidades masculinas y femeninas. Todo el año es carnaval si nos imaginamos unas mascaras invisibles; por ejemplo en la política. Esta misma semana al asomarnos a los debates parlamentarios en el Congreso de los Diputados, esas máscaras invisibles estaban al orden del día. Algunos «padres de la patria» disfrazaban sus intervenciones con unos argumentos totalmente contrarios a la realidad. Hablaban de democrático lo que no lo era. Pero no sólo en la política se abusa de la mascarada carnavalesca. La persona corrupta va por la vida con la máscara de la honorabilidad y los que presumen de «la verdad por delante», con la máscara de la mentira. Etc.

* Periodista