El monumento por antonomasia de Córdoba, la Mezquita --que hasta hace pocos años figuraba en la lista de bienes del Patrimonio Nacional que obraba en la Delegación de Hacienda-- está generando estos días una polémica originada en Internet y auspiciada por la Plataforma Mezquita-Catedral de Córdoba, que reclama, en definitiva, que su propiedad sea de titularidad pública y no de la Iglesia católica, postura a la que se han adherido miles de firmas de todos los ámbitos sociales. Según la plataforma, si las administraciones no reclaman lo contrario, la Mezquita-Catedral de Córdoba, que fue registrada --inmatriculada en el argot específico-- el 2 de marzo de 2006 por la Iglesia en el registro de la propiedad número cuatro de Córdoba --tomo 2381, libro 155, folio 198-- pasaría a propiedad indiscutible y plena de la institución religiosa en el 2016.

Aparte del citado plazo administrativo que aprieta el margen para asentar o cuestionar dicha titularidad, quizá este movimiento ciudadano, que no entraba en el calendario de preocupaciones del Ayuntamiento, de la Junta, del propio Gobierno central y ni mucho menos del Cabildo catedralicio, se haya despertado o alentado como efecto contraproducente de las recientes y reiteradas decisiones del Obispado que, en su renovada estrategia de comunicación social, viene haciendo una defensa casi excluyente del término Catedral en detrimento del de Mezquita.

Córdoba ha sabido compatibilizar históricamente ambas opciones casándolas como Mezquita-Catedral como denominación interna del monumento histórico, y Mezquita como término preferente en la referencia turística o cultural, siempre reconociendo y usando el término Catedral cuando desde el lenguaje de la calle o de los propios medios se referían al templo como sede de oficios religiosos. Por eso, al margen de la cuestión de fondo y del breve plazo que subraya la importancia de lo que está en juego, quizá el excesivo celo puesto por el Obispado en borrar el nombre de Mezquita tanto en folletos explicativos como en el mismo vídeo del espectáculo nocturno El alma de Córdoba haya pellizcado la comodidad ciudadana que hasta ahora ha existido en torno a la propiedad del monumento.

Llegados a este momento lo que debe estar claro es que no se trata de abrir frentes, sino de actuar con responsabilidad. La misma plataforma ha dejado claro que el nombre de Mezquita-Catedral es de recibo porque nadie pone en duda a estas alturas que desde la conquista de Córdoba por San Fernando, en el siglo XIII, es el credo cristiano el que cuida, usa y reza en el templo. En cualquier caso, aunque este debate sobre la propiedad oficial de la Mezquita-Catedral no entrara en el calendario de preocupaciones de la Iglesia y de los organismos oficiales, si, desde esa responsabilidad, la solución fuese la continuidad del estatus actual, las administraciones deben pronunciarse y dejar constancia de que una cesión de cualquier actitud reivindicativa no puede incluir otras cesiones que releguen los derechos de la ciudadanía en su conjunto sobre un monumento del que todos los cordobeses se sienten dueños, aunque solo una parte, la representada por la Iglesia, sea quien lo administre.