La irrupción de un independentista radical poco conocido como candidato a la presidencia de la Generalitat -ya investido- solo se explica porque Quim Torra ha aceptado hacer de títere, marioneta, titella de Puigdemont que se considera el president legítimo de la Generalitat catalana. Torra no va a usar el despacho destinado al president en la sede de la Generalitat. Vale la pena recordar que una persona más formada e inteligente como Elsa Artadi no ha aceptado este desairado papel. Así, en la plaza de Sant Jaume habrá una delegación del gobierno catalán con sede en Berlín o Bruselas o incluso en la cárcel. Es difícil de asumir que Cataluña acepte esta barbaridad.

El discurso radical, xenófobo, antiespañol, pro república independiente catalana de Torra ha sido la confirmación de que la beligerancia de los secesionistas prosigue reforzada. El procés se revitaliza después de la suspensión de la aplicación obvia y conforme a derecho del artículo 155 de nuestra Constitución. En el Boletín Oficial del Estado se indica que si Torra logra formar gobierno, la aplicación del 155 se extingue: se frotan las manos. Habrá que actuar con eficiencia y dureza ante la previsible violación de la ley a partir de la toma de posesión del delegado. En estas circunstancias es imposible dialogar entre las partes.

Los anticapitalistas de Poble Lliure de la CUP han publicado un panfleto denominado Estrategia y acción republicana 2018 en el que califican a Cataluña como un país ocupado militarmente por España y propone a los actores independentistas ir mucho más allá de la actual tensión hasta llegar a «límites insospechados». Lo que ellos quieren es una guerra contra España y Puigdemont ha elegido a un delegado perfecto para esta finalidad. Torra es más radical que Puigdemont y lo envía al frente para combatir mientras que él se queda en la retaguardia en la comodidad de hoteles y casoplones. El fugado, no exiliado, trata de tomarnos el pelo otra vez.

Puigdemont y su delegado no representan más que el 25-30% de los catalanes que no se sienten españoles. Más de dos tercios se sienten tanto catalanes como españoles. La ley electoral no permite reflejar esta realidad entre los diputados del Parlament. Así pues, el procés continuará pese a que solo una minoría en Cataluña lo quiere. La fractura social es cada vez más profunda. Solo la historia a medio y largo plazo podrá describir con objetividad el delirio secesionista radical y el daño que han causado en Cataluña y España.

* Profesor jubilado de Universidad.