Cuando se convocan elecciones sin una necesidad absoluta, solo para ampliar la mayoría de la que ya se dispone, suele ocurrir que los electores se revuelven contra el convocante, al que le sale el tiro por la culata. Le ha ocurrido a Theresa May, que ha tirado por la borda la mayoría absoluta de Cameron, ha perdido 12 escaños y se verá obligada a gobernar en minoría con un Ejecutivo apoyado por los unionistas del Ulster. May quería ratificar su liderazgo, ampliar la mayoría y dotar así de mayor legitimidad al brexit. Pero todo le ha salido al revés. Ha cometido tantos errores, que el resultado es comprensible aunque sea inesperado. Después de defender el remain (la permanencia en la UE), May sustituyó a Cameron tras el triunfo del brexit y se transmutó en defensora de la versión más dura en las negociaciones para dejar la UE. Estos errores, junto a otros en política interior, con rectificaciones en el programa electoral, le han costado este mal resultado. Los ataques terroristas han podido también influir, porque ha salido a relucir su responsabilidad en los recortes cuando era ministra de Interior, pero las encuestas detectaban ya el declive antes de los últimos atentados. Ahora, el brexit duro tendrá que pasar a mejor vida porque a los unionistas norirlandeses -en el Ulster ganó la permanencia- les interesa un brexit blando, para no perder ventajas en la frontera con Irlanda. Otra consecuencia de estas elecciones es que el segundo referéndum sobre la independencia de Escocia se aleja más de lo que estaba debido al descalabro del Partido Nacional Escocés, aunque sigue siendo la tercera fuerza del Parlamento de Westminster.