Recordarán los lectores cómo Tintín, en compañía de su inseparable perrita Sorayú --que siempre amenaza y ladra dulcemente pero ni muerde ni hace nada- y del profesor Montorsol, quien suele llevar una calculadora en el sobaco para desarmar a sus temibles adversarios, llegó a Culelona, capital de Catalnotespein para ayudar a la princesa Acercadas en el intento de liberar Tabarnia de su yugo. Cuando pudieron escapar de la trampa tendida por el bufón Rufhyanus en el palacio de la Concretidad, citaron al capitán Hernánddock en la plaza de San Yauma, donde la síndica de la ciudad, Hada Castafiolau, había instalado una mágica ventana de plasma para que el conde Puchiflor, desde su exilio dorado en el país de las patatas fritas, arengara a sus rebaños como hacía los días de fiesta de guardar y los de diario. Entre el lanaje de la ovina concurrencia y a pesar de sus amorosos balidos, nuestros amigos conocieron los planes del pérfido conde: arrancar la lengua de los habitantes de Tabarnia e injertarles la extraña jerga medieval en la que Puchiflor se entendía con su grey. De nada sirvió que la bandada piolinesca con su verdinegro piar, enviada desde el reino Histérico, se llevara la mágica ventana, puesto que, sin saber cómo ni de dónde, en el centro de la plaza de san Yauma comenzaron a aparecer pequeñas tabletas, como de chocolate, donde la baladora asamblea comenzó a ver a su afligido conde gracias a la magia que el esbirro Sevetrés había preparado por si acaso. La situación era grave, y llegó a unos extremos insoportablemente tiernos y emotivos cuando, terminado su dulce y medieval balar, el conde Puchiflor dio paso a la alocución -a todas luces grabada y enlatada- de su lugarteniente Aurelio Juncal. El virrey había tomado hábitos de monje de Ponserrat y sollozaba entre rezos por su salvación, ya que una nube de piolines aporreaba fieramente en su puerta con la aviesa intención de llevárselo en volandas, como los diablos se llevaron al licenciado Torralba en El Quijote. Mientras Montorsol calculaba el coste del palsma y Sorayú aullaba a la luna, apareció la princesa Acercadas tras un puesto de naranjas. Y continuará..

* Profesor