Tampoco ha llovido en septiembre, y la tierra, sedienta, se «tragará» los primeros litros de agua que caigan --si se cumplen las previsiones o las esperanzas de que llueva en las próximas semanas--, quedando a la espera los pantanos, que en la provincia de Córdoba se encuentran ya al 28,30% de su capacidad, el nivel más bajo de la última década. Tensa espera para el sector olivarero, que teme perder como mínimo el 20% de la cosecha. Las organizaciones agrarias señalan serios deterioros del fruto y cifran las pérdidas en 200 millones de euros. La Junta de Andalucía dará a conocer en los próximos días sus previsiones de cosecha, un aforo que espera similar al del año pasado. En juego están los entre cuatro y cinco millones de jornales que genera cada cosecha de aceituna, y que esta campaña quedarán más cerca de los cuatro millones que de los cinco. El campo mira al cielo, y la preocupación se extiende a los cultivos de regadío, que temen restricciones si no llueve. La única compensación es el mantenimiento de los precios del aceite, pero es un escaso consuelo teniendo en cuenta que Córdoba sigue vendiendo a granel la mayor parte de su cosecha y sin generar el valor añadido que podría obtener de su excelente producto. El sector pide más superficie de regadío que lo equipare a otras provincias, pero lo cierto es que uno de los principales ingresos económicos de Córdoba depende de la meteorología, como hace dos mil años.