Cuando esto pase..." me decía un señor comprometido, y ya no escuché más, porque cuando "esto", sea lo que fuere, pase, y aumenten las ventas de coches, pisos, y todos (según las noticias) tengamos nuestro empleo, ahorros, ocio, y ya no esté de moda investigar el fraude y nombrar a "los poderosos", "el capital asesino", "la clase política", y a nadie le interese ya vender la exclusiva de un desahucio, una estafa, un presupuesto sospechoso; cuando los "problemas que más preocupan a los españoles" vuelvan a ser "la droga", la gripe del pollo, la independencia de Cataluña y la movida vasca; el día en que hablar de medio ambiente resulte otra vez tema non grato, propio de barbudos ecologistas, aguafiestas; en un momento de gloria general post-crisis, nueva era brillante, cien por cien productiva y consumista, ese día en que para determinados voceros sea conveniente airear la noticia de que "esto" ha pasado, has de saber, amigo mío, que ya ese día se estará gestando el preludio de otro "esto", no sé si muy lejano, pero igual de pesimista y negro, seguramente azabache.

Porque de eso se trata, querido. Repasa la historia y escucha lo que decía el señor Emile Chartier, más conocido como Alain, hace ahora cien años, refiriéndose al eterno mensaje de catastrofismo que condena todo tiempo como el peor, con sus crímenes, robos, corrupciones, decadencias, locas estaciones, mutaciones climáticas, etc., etc. "Todo esto" decía Alain, "es una canción tan vieja como el mundo, que solo significa: ya no tengo el estómago ni el ánimo de mis veinte años" (Jeremiadas, 4 de enero de 1912). Lo escribió antes de las dos guerras, aquellas que organizaron algunos insatisfechos de más de veinte. Así pues, no me vendas la moto. Disfruta de "esto" ahora que puedes, porque vendrán otros tiempos mejores, y peores, en los que ya no estarás aquí.

Por cierto, no me mires con las cejas arqueadas, compasivas, mientras me sueltas el obligado "qué mal está la cosa". Págame, si me debes algo, y sonríe.

* Poeta