Hace meses un informe de una asociación de consumidores calculaba el tiempo que los españoles pierden esperando y haciendo colas en el supermercado, la parada del autobús, en el banco, el ambulatorio o al comprar una entrada, en casi un día al mes de media. ¡Tres jornadas de trabajo!

Ciertamente, en el informe consta que en las ciudades de tamaño medio esa pérdida de tiempo al mes es algo menor. Pero, y a lo que vamos, ¿se ha fijado usted que desde que empezó la crisis hay que hacer más colas?

El otro día, haciendo una gestión en un banco, me encontré con cincuenta números por delante de mi. Tardaron hora y cuarto en atenderme, lo que me dio tiempo para echar cuentas. Y las matemáticas no engañan: cincuenta personas a hora y cuarto perdidas suponen 62,5 horas improductivas, casi ocho jornales.

Y es que, cuando se quita personal y recortan servicios no solo pagamos entre todos el paro de los despedidos, sino también nos cuesta tiempo, que es dinero, bien porque no puede dedicarlo a trabajar, porque se quita del ocio o porque no podemos dedicarlo a buscar empleo. En todo caso, tiempo y dinero nuestro.

¿Me equivoco o de un tiempo a esta parte hay que esperar más en el Ayuntamiento para arreglar un papel , para que le contesten en un teléfono de atención al cliente o en la cola del supermercado, el centro de salud y en el banco.

Y hay que insistir: ese tiempo de espera no viene impuesto por ninguna ley divina ni humana, sino porque se ha reducido personal y esa carga de trabajo la paga el cliente, el ciudadano. No sé, pero quizás tendríamos que apoyar a aquellos negocios respetuosos con nuestro tiempo y que no nos hacen esperar. También sería una forma en esta época de crisis de ayudar a crear empleo.