Agitadores, activistas, inconformistas. La edad suele llevarte a cargar con uno de estos calificativos. Pero llega un momento en que le haces un corte de mangas al almanaque y asumes lo que los genes te han dejado en herencia. Que a veces coinciden con los de la juventud. Y a partir de ahí empiezas a ser tú, la esencia de tu personalidad. Antonio Perea, Cahue, por ejemplo. Uno no puede vivir su vida como un contradiós, reverenciando cuando jamás ha consentido el postrarse de hinojos ante nadie. El pasado martes, donde ahora se asienta el Ateneo, que inventó hace muchos años y que ha dirigido hasta hace nada, sus amigos, quienes le conocen y quienes le reverencian, le acompañaron en la presentación del libro Antonio Perea Torres. El tiempo que le tocó vivir , de Juan Estévez Delgado. De entrada, el que escriban un libro sobre ti en vida no es lo normal, a no ser que seas El Cordobés , Julio Anguita o Antonio Gala, artistas en su género: el toreo, la política o la escritura. Entonces ¿qué hace que alguien piense que Antonio Perea, Cahue, merece ese especial reconocimiento escrito? Lo principal, el ser distinto, algo así como --aunque esté muy denigrado el concepto-- un "Podemos" rompedor en mitad de un "Somos lo que somos porque lo hemos heredado y no hay más que hablar". En su tiempo más de un poder sucumbió ante la naturalidad de un descamisado que hablaba de derechos ante las pompas inútiles de quienes se creían legitimados para dictar sentencia de bienestar en suburbios poligoneros. Y luego, con el tesón de quienes se tienen que fabricar la vida porque no contaban con heredad, se construyó, a base de bolígrafos, libretas y vivencias, una biografía tan densa que encandiló a los encumbrados, a los que no les quedó más remedio que aceptar que hay maneras de llegar a la notoriedad social bastante alejadas del canon oficial. Por eso, supongo, han escrito un libro sobre Antonio Perea, porque la sociedad no está acostumbrada a que alguien se salte las normas de conveniencia establecidas y, encima, destaque. Antonio Perea sigue mirando desde detrás de unas gafas de intelectual de base, que se sostienen en un bigote que se mantiene semicanoso, debajo del que aparecen una mandíbula desigual y anarca. Antonio Perea, Cahue a secas desde que el exilio, las circunstancias y la vida le hicieron "enviudar" de la primera parte de su nombre de guerra, Papi, es un hombre de letras y periodismo desde aquellos tiempos de cortijos y girasoles en la Campiña, por Montemayor. Por eso creó el Ateneo de Córdoba. Y por eso han escrito un libro sobre él.