En algunas tribus africanas, los muchachos, a determinada edad, deben demostrar que son dignos de pertenecer a la tribu y para ello han de cazar un león con lanza. Lo hemos visto en películas buenistas que ensalzan al bon sauvage. El pobre Mufasa no les ha hecho nada, pero así es la cosa. En otros colectivos hay también ritos iniciáticos relacionados con la sangre y los testículos, y en muchas sociedades, grandes y pequeñas, generales y particulares, los cachorros pasan por una suerte de novatadas con objeto de -como en los misterios eleusinos-- iniciarse en el tema que sea, e integrarse. Pues bien, en esa pequeña y gran sociedad que es la universidad ahora está de moda, por parte de cierto sector (más saturado de testosterona que de tolerancia, inteligencia y amor por la libertad) montar un pollo con ocasión de actos autorizados y públicos. Aclaremos, antes de seguir, que la testosterona no es únicamente producida en los testículos sino también en los ovarios, ojo. Dichos sectores, borrachos de testosterona diluida en cráteras colmadas con la verdad absoluta, han impedido conferencias de Rosa Díez en la Complutense, han interferido en actos religiosos, y el otro día la emprendieron contra una conferencia taurina. La autoridad académica, al parecer, consiguió lo que no logró Chamberlain en Múnich, o sea, el imperio de la palabra sobre el de la fuerza, pero con un retraso de más de dos horas, que sufrieron quienes tenían legítimamente el derecho a usarla en tiempo y forma y derecho a escucharla.

En estos casos uno es más partidario de adoptar medidas Churchilianas que Chamberlainianas, es decir, “combatiremos (contra la intolerancia, la fuerza y el nazi-fascismo) en mares y océanos, cada vez con mayor confianza, en las playas, en los campos y en las calles, en las montañas; no nos rendiremos jamás”. Sí, porque a los reventadores profesionales de actos legales, a los borrachos de testosterona y de su verdad que es la verdad, hay que plantarles cara. E indicarles que busquen distinta forma a la algarada si quieren hacer méritos ante su tribu: que vayan a cazar un piojo, a comerse una lechuga, o a cagar a la vía. Por ejemplo. H

* Profesor

@ADiazVillasenor