Ahora que andamos en la continua preocupación por las pernoctaciones de turistas (no de refugiados), como si la empresa Arete 2016, cuya administradora única es Hotelgest 10, nos fuera a dar dividendos de sus ganancias en sus hoteles de Casa Colomera en Las Tendillas o del exconvento de las clarisas, residencia hasta ahora de San Pancracio, salud y trabajo, en Santa Marina, digo que ahora que estamos preocupados con la Córdoba de la globalidad al Ayuntamiento le ha dado por trabajar en territorios de la ciudad de toda la vida, esos que guardan un espacio en nuestra memoria más vecinal. Además de las consabidas obras de Mi barrio es Córdoba, las excavadoras municipales andan por la iglesia de Las Margaritas, por donde hacen apostolado amigos nuestros, con los que hemos comido y visto películas en su antiguo cine-club, enfrente, más o menos, del bar Pireo, donde el tiempo transcurría, junto al bar Orellana, como en aquella época en que casi toda la población estaba recién venida de los pueblos y tomaba la cerveza del mediodía con entusiasmo. Ahora, al cabo del tiempo, están agrandando las aceras para ampliar la avenida de Trassierra, por donde antes íbamos al campo cercano a la ciudad. La Ronda del Marrubial, uno de los espacios de muralla por donde se entraba a la ciudad en la Edad Media, anda en proyectos de reforma aunque en discusión con el movimiento ciudadano, que quiere que la historia tenga su apariencia original, sin parchear. Aunque hay obras, comunes a turistas y vecinos, como las de la peatonalización o no de la calle Capitulares -a la que le han colocado unas farolas con una gran interrogación en su apariencia- o la de la reciente colocación en la Ribera del banco pez -Jonás, de Luis Celorio-, que le ha quitado espacio, con su belleza, a los chiringuitos del Mercado Medieval, instalado junto a la Calahorra este fin de semana.

El territorio hay que construirlo, normalmente, pensando en los vecinos, que son quienes se desperezan en él. Los turistas, ya sabemos, se despiertan, se arreglan, desayunan y le pagan al empresario hostelero, que vive en el territorio de los que buscan la pernoctación. Su negocio.