Con siete trágicos terremotos en cuatro décadas, Italia ha acumulado una gran experiencia en el rescate de las víctimas, experiencia que es inestimable en Amatrice y en toda la zona devastada por el fuerte movimiento sísmico de la madrugada del miércoles. En lo que el país no ha logrado avanzar es en la reducción de daños y en la reconstrucción. Italia, con la cadena de los Apeninos como su espina dorsal, es una zona de altísima sismicidad sometida a la fuerza de tres placas convergentes. El riesgo de seísmos siempre existirá. Sin embargo, los avances tecnológicos deberían permitir minimizar los daños, humanos y materiales. El número de víctimas --entre las que se encontraba una joven granadina de visita en la zona-- y la devastación causada ahora indican claramente que se ha avanzado poco en este terreno pese a las numerosas promesas hechas por los políticos en el momento de las anteriores tragedias. Lo ocurrido demuestra que, en un país avanzado como es Italia, no se han adoptado medidas necesarias. El caso contrario está en Japón, donde el terremoto de Kobe de 1995, con más de 5.500 muertos, marcó una nueva pauta en la exigencia de construcción de edificios y medidas preventivas que, en lo sucesivo, pese a la inevitable repetición de estos fenómenos, ha reducido sensiblemente el número de víctimas.

Italia es un museo al aire libre con hermosísimas ciudades llenas de edificios antiguos a los que el paso del tiempo ha fragilizado. Además, durante años se ha permitido la construcción de obra, pública y privada, en zonas de riesgo sin medidas antisísmicas y sin control de los materiales. En ocasiones ni ha habido permisos. Se han levantado edificios que luego han sido objeto de amnistías. Hasta el terremoto de L’Aquila, en el 2009 (que dejó 308 muertes) no entró en vigor un código de construcción que se basa en la legislación europea existente. Cuando más de 20 millones de personas en Italia viven en zonas de alto riesgo y más de la mitad de los edificios han sido construidos ignorando las medidas antisísmicas, es urgente la adopción de criterios que minimicen los daños. Es de esperar que este terremoto sirva al menos para ello.

Si el día antes necesita un replanteamiento, también el día después lo requiere. La historia sísmica de Italia muestra que los trabajos de reconstrucción presentan graves deficiencias como son la excesiva burocracia, el sobrecoste, la lentitud, la infiltración mafiosa, la corrupción y la malversación de fondos públicos. Todas estas lacras del sistema acaban perjudicando a las víctimas más desvalidas mientras la periodicidad de los fenómenos sísmicos hace que las deficiencias y los atrasos se vayan acumulando. Sin duda, las víctimas son quienes necesitan toda la atención en estos primeros momentos, pero no hay que ignorar la responsabilidad en la prevención y en la reconstrucción. H

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