«Aquí Gaviota, aquí Gaviota. Veo en el horizonte una raya azul: es la Tierra. ¡Qué hermosa! Todo marcha espléndidamente».

Fueron las primeras palabras de la astronauta rusa Valentina Tereshkova, única tripulante de la nave espacial Vostok 6, que despegó el 17 de junio de 1963 y se mantuvo en órbita casi tres días. Cuando, muchos años después, Valentina contó detalles de su viaje, supimos que había vivido una odisea digna del más fantasioso guion de Misión imposible. La aventura había comenzado un par de años antes, cuando tras el exitoso paseo espacial de Yuri Gagarin, Nicolai Kamanin, el comandante en jefe de los cosmonautas, decidió que la Unión Soviética adelantaría una vez más a los americanos poniendo en órbita a una mujer. De entre 400 comunistas modélicas de menos de 30 años, excelente forma física, buena presencia y amplia formación intelectual, fueron elegidas cinco para llegar a ser cosmonautas. Una de ellas era Valentina Vladimirovna Tereshkova, nacida en 1937 en un pueblecito en el noroeste de Rusia no lejos de Moscú, criada por su madre dado que su padre había muerto en la batalla de Finlandia, durante la segunda guerra mundial, cuando Valentina tenía 2 años. No pudo ir al colegio hasta el final de la guerra, con más de 8 años, y no estuvo mucho tiempo en él porque a los 16 tuvo que empezar a trabajar. Continuó estudiando por correspondencia, comenzó a practicar paracaidismo y se convirtió en secretaria de la Liga Comunista Juvenil local. A pesar de que su experiencia como paracaidista era crucial porque las naves Vostok no tenían dispositivos de aterrizaje, Valentina obtuvo la calificación más baja porque no tenía estudios superiores ni experiencia como piloto, carencias compensadas por su fervor comunista y ser hija de un héroe de guerra, lo que le valió el apoyo personal del presidente Nikita Jrushchov.

Valentina, cuyo alias era Chaika (gaviota, en ruso), orbitó 48 veces alrededor de la Tierra, realizó un diario de vuelo y tomó fotografías del horizonte. Se casó con un astronauta y tuvo una hija, se licenció y doctoró en ingeniería y fue miembro de distintos comités hasta llegar al Comité Central del Partido Comunista. De cara al pueblo soviético, con su vuelo espacial Chaika emprendió un viaje a la gloria. Sin embargo, Kamanin criticó duramente la actuación de Valentina en informes internos porque había estado en pésimas condiciones físicas y había vomitado, estuvo a punto de sufrir un ataque de histeria y no había cumplido los objetivos marcados.

En el 2007, cuando la mayor parte de los protagonistas de esta hazaña, incluido el régimen político en la que se gestó, habían desaparecido, Valentina contó la verdadera historia de su periplo espacial. Al segundo día de estar orbitando se dio cuenta de que había un error de 90 grados en la orientación automática de la nave, por lo que si comenzaba la desaceleración para la reentrada en la atmósfera terrestre la cápsula se dirigiría a una órbita superior, lanzándola a una muerte segura. Cuando se lo comunicó a la torre de control no la creyeron y se negaron a revisar las coordenadas de la nave.

Resulta escalofriante imaginar a Valentina sola en la pequeña nave espacial orbitando alrededor de la Tierra, con muy poca agua y comida, intentando convencer a unos ingenieros que, cegados por el orgullo que tan caro les resulta a los hombres, y respaldados por un régimen dictatorial, se negaban a admitir su error. Finalmente recalcularon la posición de la nave y Valentina consiguió redirigirla de forma manual tras un par de intentos fallidos, entró en la atmósfera terrestre, fue expulsada de la nave a más de 6.000 metros de altitud e hizo el descenso en paracaídas. La pequeña y valiente gaviota no solo viajó al espacio en unas condiciones que hoy consideraríamos suicidas, sino que se enfrentó a un régimen totalitario que había preferido dejarla morir antes de reconocer su error. Desafortunadamente para el régimen comunista, las mujeres como ella solo fueron peones de la propaganda.

A pesar de ello, la odisea vivida por Valentina en el espacio nos deja un poderoso mensaje: cuando todo parecía perdido, alguien armado únicamente con la fuerza de la razón y la desesperación de luchar por su vida fue capaz de convencer a los que habían errado el rumbo de la necesidad de reconsiderar las decisiones tomadas para encontrar el camino que la trajera de vuelta a la vida.H

*Catedrática de Química Inorgánica de la Universidad de Sevilla