La muerte de Stephen Hawking, el importante astrofísico y divulgador científico que cambió la historia de la ciencia y la tecnología moderna para siempre, marca la actualidad uniendo a la importancia de sus avances sobre el origen del universo, la determinación y la fortaleza personal ante una cruel enfermedad, que ha servido de aliento y ejemplo de otros muchos. Pero el terrible asesinato del niño Gabriel nos hace bajar la mirada del cosmos a la miseria humana. La tragedia del «pescaíto» nos ha conmocionado estos días, relativizando los sondeos de opinión, las cifras macroeconómicas, los dislates políticos, y otras prioridades recurrentes de la actualidad mediática, y nos pone ante el espejo de lo que somos, como sociedad y como seres humanos.

A vuela pluma sobresalen cinco perfiles en la secuencia de este drama. El primero es la víctima, el pequeño Gabriel que se convirtió sin quererlo en protagonista de esta historia macabra; nuestro biólogo marino que nunca lo será, con la alegría vital y la inocencia de un niño de 8 años, que representa a todos esos miles y millones de niños vulnerables en medio de tantas situaciones de violencia, callada unas veces y denunciada otras en todos los confines del mundo, cuyos gritos cuestionan nuestro bienestar.

El segundo, es «la bruja» como le llama la madre de Gabriel a la asesina confesa, que representa la maldad que anida dentro del ser humano, la perversión y el contorsionismo emocional al que somos capaces de llegar las personas. Desgraciadamente el caso Bretón se continúa repitiendo y con más frecuencia de lo que nos imaginamos. Representa esos agujeros negros, insondables e inexplicables al común de los mortales.

Después están los testigos, la gente buena que se pone en camino, que manda mensajes de apoyo, que publica una foto, que se moviliza para ayudar, los voluntarios y los vecinos, que siempre están ahí para arropar. El ser humano que se mueve y conmueve ante la tragedia, que siente como propio el dolor y la desgracia ajenas. Es el big bang de la solidaridad.

También están los otros testigos, los frustrados jueces de todo y todos, aquéllos que convierten la tragedia en excusa para justificar sus luchas políticas o ideológicas, para sacar músculo a sus ideologías racistas, para incendiar las redes con bulos y suplantar con mensajes falsos. Son los buitres carroñeros que manipulan y utilizan, anteponiéndose siempre ellos ante el resto.

Y sobresale, con luz propia, el rostro y el mensaje de Patricia, la madre de Gabriel, que cuando todos reclaman justicia vencidos por la ira, manifiesta que sigue creyendo en el ser humano, que hay más personas buenas que malas... Y nos emociona y nos calla la boca a todos. Es el gol más bonito que nunca he visto. La teoría del todo no es de Stephen Hawking, es la que siente y vive el amor de verdad, ese que todo lo puede y todo lo cree y todo lo espera; ese que no se dice, ni se escribe... Sino el que se demuestra sin límites.

* Abogado y mediador