Una de las principales competencias de la presidencia norteamericana es la política exterior. El presidente es el responsable de la definición de los objetivos de la política con otros países, negocia los tratados (que ratifica el Senado), y dispone de una amplia variedad de instrumentos para llevarla a cabo que van desde los más simbólicos (visitas y declaraciones), hasta los más duros de despliegues militares, pasando por el nombramiento de los embajadores, la disposición de la ayuda económica o el favorecimiento de determinados grupos empresariales. Al conjunto de los principios y objetivos de política exterior es lo se llama la Doctrina y se suele sintetizar en un eslogan o en un conjunto sencillo de principios. Desde la Doctrina Washington (expuesta, irónicamente, en su despedida) de no intervención, pasando por la longeva Doctrina Monroe, (la famosa «América para los americanos»), los Catorce Puntos de la Doctrina Wilson, la democrática Doctrina Roosevelt, hasta la Doctrina Truman llevada a su máxima expresión por el presidente Reagan, todos los presidentes, con la excepción del presidente Obama, han tenido una doctrina exterior clara que se ha formulado al principio de su administración.

La doctrina oficial de la administración Trump es muy sencilla y se plasma en una simple frase muy repetida por el presidente: «America first» (América, primero). Sus fundamentos son, igualmente, muy sencillos y se pueden resumir como siguen: puesto que el objetivo primario de un presidente estadounidense es servir a sus votantes y los problemas de estos son el paro y los bajos salarios, la inseguridad y las diferencias sociales, la amenaza terrorista y la nuclear, la mejor política exterior debe ser aquella que resuelva estos problemas. Por eso, para eliminar el paro y los bajos salarios la mejor forma es reducir los tratados de comercio, empezando por el NAFTA con Canadá y México, y siguiendo por los tratados del Pacífico (con China y todas las potencias emergentes) y del Atlántico (con la UE), al tiempo que se retira de los tratados sobre el cambio climático, pues pueden llevar a perder puestos de trabajo en la industria del carbón. Por otra parte, para reducir la inseguridad y las diferencias sociales, lo mejor es, según la administración Trump, una política antiinmigración de mano dura y un rechazo a todo lo extranjero para hacerles ver que no son bienvenidos. Para conjurar la amenaza terrorista la línea de acción es la intervención militar fuerte: apoyo a Israel, coordinación con Rusia en Siria, apoyo a Arabia Saudí en Yemen, amenazas contra Irán y aumento del despliegue en Afganistán. Finalmente, para evitar la amenaza nuclear norcoreana, lo mejor según Trump, son unas maniobras conjuntas en el mar de Japón (con no poca improvisación) y una buena dosis de insultos y bravuconería en internet contra Kim Jong-un.

Con esta política exterior, la administración Trump está destruyendo una parte importante del capital relacional de los Estados Unidos. En Europa, tras los desplantes a la Canciller Merkel, la política norteamericana es vista como hostil. Y de la misma forma es vista, a pesar de la última gira, en Asia, especialmente en China, y en Oceanía. E igualmente, más hostil si cabe, es percibida en Latinoamérica, pues el presidente Trump suma un explícito desprecio. Y África, por supuesto, no existe. Más aún, el rechazo al multilateralismo en las relaciones internacionales y el agresivo papel de su embajadora Nikki Haley en la ONU hacen que los Estados Unidos sean vistos más como una amenaza que como una solución a los problemas globales.

La consecuencia directa es que los Estados Unidos están dejando pasar numerosas oportunidades en casi todas las regiones del planeta.

La política exterior norteamericana está siendo terriblemente irresponsable. Gobernada por una mezcla de ignorancia y testosterona, con las ínfulas de un adolescente matón adicto a las redes sociales que juega a la guerra desde su sofá, es una política exterior adolescente que hace un mundo más inestable e inseguro para todos. También para ellos.

* Profesor de Economía. Universidad Loyola Andalucía