La Tauromaquia forma parte del patrimonio histórico y cultural común de todos los españoles (...). Así comienza el preámbulo de la Ley 18/2013 que regula la Tauromaquia como Patrimonio Cultural. Por otra parte, un barómetro sobre la imagen de España realizado por el Real Instituto Elcano concluyó que los toros siguen siendo uno de los elementos que más se identifican de forma espontánea con nuestro país en el extranjero, en definitiva con la marca España.

La pretensión de prohibir las corridas de toros que promueven grupos o asociaciones que supuestamente defienden a los animales, aunque tienen todo el derecho a hacerlo, conllevaría la extinción de la raza de lidia. ¿O acaso existen toros bravos y ganaderías de lidia en los países donde no hay plazas de toros ni toreros? Se pregunta Vargas Llosa. Indudablemente, existe contradicción o incoherencia en los grupos antitaurinos ya que no suelen cuestionar otros tipos de producción o explotación animal que el hombre ha llevado al límite. La Tauromaquia (incluye la crianza y selección del toro de lidia), genera directa e indirectamente centenares de millones de euros al PIB nacional, habiéndose cuantificado el impacto económico de las ferias taurinas más importantes. Los festejos taurinos son el segundo espectáculo de masas tras el fútbol; más de un millón de andaluces asistieron a corridas de toros en 2014 (el 10% en Córdoba). A este respecto, Albert Boadella considera que, hasta este momento, los estadios han provocado mayor violencia y muerte que el toreo. La corrida de toros sigue una liturgia regulada por una reglamentación y no debe entenderse como una forma de torturar a un animal. Precisamente por ello, muchos aficionados estamos en contra de determinados festejos, supuestamente populares y tradicionales, en los que se da un trato indigno al toro.

La prohibición de los toros es un asunto muy antiguo. Si hacemos un breve recorrido histórico podemos observar que los siglos XVI y XVII supusieron una época de esplendor para los toros auspiciada por los Austrias. Buena prueba de ello es que Felipe II, ante la condena taurófoba del papa Sixto V, dijo: «La afición a los toros es costumbre tan antigua que se podría considerar como parte de su misma sangre». Por contra, en el XVIII la dinastía de los Borbones representa una de las etapas más sombrías para la Tauromaquia. Felipe V impuso normas restrictivas y Carlos III en la pragmática sanción de 1785 los limitó. Ya en el XIX, Carlos IV los prohíbe absolutamente hasta que Fernando VII los restablece como una forma de ganarse a los españoles. Los últimos reyes Borbones han apoyado la Fiesta de Toros, especialmente el rey padre don Juan Carlos I.

En el siglo XXI los toros siguen concitando el interés de una parte de los intelectuales, prueba de ello es la implicación de Sánchez Dragó y los ya citados Boadella y Vargas Llosa, entre otros, en el debate que se suscitó a raíz de la prohibición de las corridas de toros en Cataluña. El Nobel de Literatura afirmó: «Si se suprime la Fiesta Nacional sufrirá una herida profunda la libertad humana». La sentencia del Tribunal Constitucional que acabamos de conocer, anula la prohibición aprobada por el Parlamento catalán en 2010 y supone la posibilidad de que vuelvan a celebrase corridas de toros en la Monumental de Barcelona. En definitiva, serán los aficionados a los toros los que libremente decidirán el futuro de la Fiesta en Cataluña.

* Expresidente de la Casa del Toreo de Córdoba