En el micro-cosmos mental que se desarrolla dentro del organismo psicofísico de todo ser humano, se manifiestan impulsos, ilusiones, deseos y esperanzas que de algún modo se reproducen después en el macro-cosmos social en el que se organiza nuestra convivencia. Pongo por ejemplo los anhelos de independencia del hogar paterno que surgen y se desarrollan de manera natural y espontánea en el ser humano.

A medida que la persona se va acercando a una determinada edad y a una elemental madurez, las ataduras que conllevan la convivencia con sus progenitores, por las diferentes maneras de pensar, las restricciones sobre el comportamiento, y la necesidad de depender económicamente de los padres se va haciendo cada día más insoportable para el adolescente. Esta evolución es natural, incluso deseable, y culmina favorablemente cuando el joven o la joven consigue hacer realidad una ilusión que se había convertido en necesidad.

Algo semejante también sucede en las colectividades humanas, dentro el macro-cosmos social, como lo demuestran los casos de muchos pueblos de otras épocas ya pasadas, organizados y legislados como colonias de alguna potencia extranjera, que con el tiempo, cuando llegan a un estado de madurez, entre sus habitantes surge indefectiblemente la noble y hasta obsesiva aspiración de conseguir su independencia. En la mayoría de los casos desembocan en guerras contra la potencia dominante, llamadas Guerra de Independencia, lamentablemente a costa del sacrificio de muchas vidas y de muy dolorosas tragedias humanas. A semejanza de los jóvenes que aspiran de manera natural a abandonar la casa paterna, también en el caso de las colonias la lucha por la independencia es un fenómeno de justicia, natural, deseable, y hasta inevitable.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial y ante el panorama de destrucción tan terrible en el que se vio sumido medio mundo, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) quiso poner fin a los abusos del resto de colonialismos que aún perduraban. El 14 de diciembre de 1960 la ONU adoptó la trascendental Resolución nº 1514 titulada Declaración de Garantías de Independencia para las Colonias y los Pueblos. En su Exposición de Motivos, proclama: «La sujeción de los pueblos al dominio extranjero es una denegación de los derechos humanos fundamentales, contrarios a la carta de las Naciones Unidas y compromete la causa de la paz y la cooperación mundiales». Y en elArt. 2: «Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación; en virtud de este derecho a determinar libremente su condición política y perseguir libremente su desarrollo económico, social y cultural».

El problema está en que la resolución no define con claridad lo que debe entenderse por «pueblos», y a pesar de que reiteradamente se refieren en su texto a pueblos «bajo una dominación extranjera», el artículo 2 se ha venido utilizando como argumento engañoso para amparar ambiciones secesionistas de territorios comprendidos dentro de un Estado Democrático, que para nada suponen estar sujetos a un dominio extranjero. Quienes se amparan en dicho artículo 2 para alegar y reclamar públicamente pretendidos derechos de una comunidad a reclamar su separación de un país, omiten intencionada y malévolamente referirse al artículo 6 de la misma Resolución, que deja esta cuestión completamente clarificada. Art. 6: «Todo intento encaminado a quebrantar la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas». Por deducción lógica queda claro que lo que es aplicable a un pueblo en régimen de ocupación extranjera, no lo es a una región hermana dentro del mismo país.

En la Europa de nuestros días en un número considerable de regiones se vienen alimentando y propagando entre la población ilusiones independentistas, liderados generalmente por partidos políticos y grupos de ideologías radicales y populistas, que promueven manifestaciones callejeras tumultuosas, a menudo permitidas por la legalidad vigente, pero que suelen ir acompañadas también de alteraciones del orden. Son movimientos sociales que generan a nivel de micro-cosmos individuales un fenómeno psicológico llamado «regresión», una vuelta mental y comportamental a estadios anteriores de inmadurez, marcados de obcecación, desmesura, fanatismo, jactancia, irrealismo, desobediencia a leyes y normas, en oposición revuelta y como rebelión ilusoria y juvenil contra el «Padre arquetípico» definido por los psicoanalistas.

* Correspondiente Real Academia de Córdoba. Psicólogo Clínico/Psicoterapeuta