Recientemente, un medio de comunicación europeo tan prestigioso como el Financial Times ha comparado la actitud del conservador Cameron con la del conservador Rajoy. Mientras el ex premier británico dimitió al día siguiente de perder el referéndum porque, lógicamente, no podía tramitar la salida de la UE quien había votado la permanencia, en la España tozuda y altiva, el mismo personaje que no supo impedir la corrupción en su partido, puede ser el adalid de la limpieza pública. Los castizos piensan que la cosa es tan insólita como hacer aguas menores y no echar gota, pero en esas estamos, pues la realidad es que el próximo día 30 de agosto, vísperas del gran retorno estival, va a comenzar el circo de la investidura que puede llevar -aunque no esté muy claro si el acontecer logrará su objetivo en la primera tentativa de la próxima semana-- a que Rajoy --horror-- repita presidencia, pese a ser un político que en cualquier democracia solvente estaría, como las monedas deterioradas, fuera de la circulación. Hemos llamado circo al suceso, no por el afán de ser peyorativos, sino en base a que una de las condiciones del llamado “acuerdo de regeneración democrática” es crear una comisión para depurar responsabilidades políticas por la corrupción. Como esas responsabilidades entrañarían reprobar al Presidente, si se confirma que faltó al deber de cuidado, don Mariano puede durar menos que un euro en la puerta de una escuela, pues hasta los secretarios provinciales del PP supieron lo que Rajoy no podía ignorar: que desde la oficina de Bárcenas llamaban recomendando a Correa para que éste organizara eventos públicos, los cuales costaban el triple de lo normal, como nos lo ha confesado un dirigente conservador que mandó al Correa a tomar viento fresco. Por todo ello Rajoy, antes que la solución del problema, puede ser quien lo encone. H

*Escritor