El denominador común del mayo cordobés de principio a fin del calendario, el protagonista absoluto de la geografía rural y urbana de nuestra tierra a estas alturas del año son las flores, esas que se convierten en el centro de nuestra atención, en el seductor que convoca todos nuestros sentidos. Flores que ponen nombre a la calleja más conocida de la ciudad, a la batalla incruenta celebrada desde carrozas engalanadas, que lucen las gitanas en su cabello, que los patios ofrecen junto a pozos romanos y árabes; que sirven para revestir las cruces en calles y plazas, que adornan jardines, balcones y rejas. No es mal símbolo de identidad quienes son la más delicada sonrisa de la tierra, que cada año desborda en silencio luminoso nuestro feudo y embriaga nuestros pasos cansados.

No en vano son el lenguaje de poetas y pintores. Siempre hay flores para el que desea verlas, señalaba el pintor francés Henri Matisse. Desde la Antigüedad, las flores han sido una noble vía para dar a conocer y transmitir sentimientos. Dicen que el lenguaje de las flores tiene sus orígenes en Oriente y se ha transmitido de generación en generación y de cultura en cultura, pasando por el Antiguo Egipto, la Edad Media, el Renacimiento, hasta llegar al Romanticismo, época de su máximo apogeo.

Todas las flores cuentan con un lenguaje propio, y con cada una de ellas se puede transmitir un mensaje diferente: amistad, respeto, admiración, etcétera. Cada flor tiene un significado determinado y expresa un sentimiento diferente, que va relacionado con su forma, color y nombre. Así, por ejemplo, la acacia significa elegancia, el alelí encarnado belleza duradera. Otras flores tienen asociado un sentimiento relacionado con el amor: la acacia amarilla significa amor secreto y un tulipán rojo significa una declaración de amor. La rosa roja también es sinónimo de amor, la amarilla de amistad, la blanca de miedo. La margarita blanca simboliza inocencia y pureza, por lo que está relacionada con la niñez; la gardenia significa alegría; la flor de azahar, castidad; el tulipán, amor desesperado si es de color amarillo; el clavel significa distinción y nobleza, y el lirio, inocencia, pureza y alegría. Nuestro geranio rosa proclama preferencia, el clavel si es rojo avisa de un corazón que suspira, y el jazmín blanco denota amabilidad y apego.

Quizás por eso nos quedamos desarmados y pensativos cuando admiramos su elegancia, esta belleza que la naturaleza gratuitamente nos regala de manera universal a todos sin distinción, cuando sentimos la esencia del perfume que sus mil aromas nos contagian y envuelven, cuando aprendemos de su paleta de colores, formas y texturas, todo el rico mensaje que nos transmiten sin palabras, esas que tantas veces sobran. Como escribe el poeta de Orihuela: entre las flores te fuiste, entre las flores me quedo.

* Escritor