Después de la «nutrida» Navidad, nutrida en hidratos de carbono, grasas, alcohol, compras, gastos y no se cuantos excesos más, viene la cuesta de enero con sus esperadas rebajas en las que gastamos los últimos euros del fondo de nuestro bolsillo, a la vista del asalto que, unos más y otros menos --pero todos--, protagonizamos a los grandes almacenes. !Qué previsible todo!... Como la vida misma.

Previsible que después del amor más intenso venga el odio más sanguinario; que cuando nos hemos comido y bebido todo de un sorbo en tres días queramos ser sílfides en menos de media hora; que cuando nuestros hijos se deciden a volar, nos quedemos huecos, mientras que aquellos que con dolor ven a los suyos heridos y sin alas, sufran porque los suyos nunca volaran; que cuando empezamos a trabajar creamos saberlo todo y que cuando a cierta edad lo sabemos todo los demás piensen que nada sabemos; si no tenemos trabajo queremos a toda costa uno y cuando lo tenemos muchas veces no hacemos lo necesario para mantenerlo. La vida es previsible incluso en algo tan simple como que solo con esfuerzo y constancia se consiguen los objetivos, los que sean. El mundo está lleno de inteligentes fracasados y de constantes que brillan, pero entra dentro de lo previsto que muchas veces no queramos reconocerlo.

En la previsibilidad cinematográfica de esta pasada Navidad no pude evitar ver por cuarta vez la película Gladiator. Y entonces pensé que solo cuando en el orden natural y previsible de la vida somos capaces de aplicar gotas de imprevisibilidad, es cuando verdaderamente cobra sentido nuestra previsible existencia. Cuando aquel dueño de esclavos gladiadores mira al protagonista y le dice antes de salir a la arena, «los mortales somos sombras y cenizas, sombras y cenizas, Máximo» es cuando este, en contra de todo pronóstico, vence imprevisiblemente al poderoso.

Antes de salir a combatir un año más los previsibles obstáculos y zancadillas de nuestra vida, no olviden que solo somos sombras y cenizas y que más pronto de lo deseable anochecerá. Vale la pena vivir cada momento como único y especial y combatir los envites previsibles de la vida con grandes dosis de valentía, constancia y, a veces, con imprevisibilidad. Sombras y cenizas, recuerden...

* Abogada