A la vuelta de las vacaciones y mirando los indicadores económicos que señalan, aún sin el vigor necesario, cómo paulatinamente vamos saliendo de la profunda crisis que tanto ha afectado no solo a la economía, sino también a las instituciones y al modus vivendi de los españoles, me planteo qué sociedad queda después de la convulsión tan profunda y en medio de una revolución tecnológica sin precedentes.

La crisis llegó a dejar a 700.000 hogares sin ingresos, un descenso salarial del 34%, con precarización laboral tremenda, una morosidad del 22% en los pagos energéticos de las facturas del hogar, además de las heridas emocionales, la rebelión contra las élites y una pérdida en la confianza de las instituciones y en el europeísmo reinante hace unas décadas, generando una brecha social que llevó a la cuneta del riesgo de la exclusión social a casi 13 millones de ciudadanos. La socióloga Belén Barreiro señala que, por el contrario, la crisis también ha fortalecido elementos de nuestra sociedad, ha reordenado sus valores, se ha hecho más solidaria, más resilente y precavida. En La sociedad que queremos, la que fuese presidenta del Centro de Investigaciones Sociológicas nos indica que nos encontramos en lo que llama la sociedad cuádruple, muy mediatizada por las resultas de la crisis y la revolución tecnológica que está cambiando las formas de trabajar, de relacionarnos, de informarse y de consumir toda clase de productos, incluidos los políticos. La sociedad digital está mejor informada, es más porosa y permeable al contexto, no fideliza marcas ni ideologías y tiene más en cuenta el entorno exterior. Mientras que la sociedad analógica vive más ensimismada en sus referentes tradicionales, es la que menos lee y más se maneja en la realidad de puertas adentro.

Gira esta sociedad cuádruple sobre cuatro vectores: digitales frente a analógicos y acomodados frente a empobrecidos. A grandes rasgos y tendencias, basadas en datos estadísticos tanto del CIS como de empresas acreditadas como MyWord, los digitales y acomodados votan preferentemente a Ciudadanos: profesionales bien situados, de mediana edad, que se informan de la actualidad financiera. Los digitales empobrecidos se inclinan por Podemos, son de perfil más joven, y aunque están muy preparados y tiran de tecnologías o se encuentran en el paro o son mileuristas, con suerte. Los analógicos acomodados son de más edad, usan lo justo las redes y tienen una vida más estable que se fija sobre todo en partidos tradicionales como el Popular. Y los analógicos empobrecidos también tienen cierta edad, ocupan trabajos menos cualificados y se encuentran repartidos en buena parte de la geografía rural, votando de forma notable al socialismo.

Esta nueva realidad nos lleva a nuevas estrategias de consumo y a la existencia de un mapa político que ha roto el tradicional bipartidismo, donde las nuevas fuerzas políticas emergentes son tributarias de la revolución digital. El reto es construir una sociedad abierta y plural, pero también que resulte cohesionada, que brinde a todos las mismas oportunidades y derechos, y que recupere la confianza en la buena gobernanza con la participación de todos y la implicación de nuevo líderes coherentes. Tenemos todo un curso que empieza para intentarlo.H

* Abogado