Córdoba soporta la maldición de las evidencias. Condenada, como Sísifo, a subir la pesada piedra de sus proyectos una y otra vez por la ladera de la inoperancia y la mala suerte, hasta que, a punto de llegar a la cumbre del éxito, la mole rocosa de los sueños vuelve a hundirse en el valle del olvido, Córdoba, lejana y sola, hace números. Y los números no le salen ni las cuentas le cuadran. Situada en la mejor encrucijada de Andalucía, aparte de la de Antequera, todos los caminos, de asfalto y de hierro, pasan por Córdoba, pero gobierno tras gobierno le ningunean los números, las cifras de la inversión que como maná necesita, y la aherrojan al destino de la cuenta de la vieja para parchear, como de costumbre. No se entiende que no despeguemos. No se entiende que estando donde estamos aún el norte de la provincia sea un desconocido, que el tren vuele en algunas partes pero que la línea de Almorchón siga siendo un escollo. No se entiende que siendo un centro de gravedad permanente, la mejor parada del Poney Express nacional, el abrevadero de los mejores correos del zar, estemos condenados a esa especie de castigo de Sísifo de estar permanentemente alcanzando, sin rozar, la cumbre de la meta, de la meta de algo, por el amor de Dios. Volado que hubo la capitalidad, al menos ya tenemos segunda puerta y una carrera que pone de acuerdo a todos o a la mayoría, que eso nunca se sabe. Las letras gordas de la primera página del periódico oscilan, por días, entre la piedra de Sísifo y la excelencia del Parnaso, del completo en las plazas hoteleras a la casi nula inversión del estado, del repunte en la adquisición de viviendas a la caricia eterna y acaso masoquista del descenso de los blanquiverdes. Más le valiera a Córdoba hablar catalán, oigo en alguna esquina, desenterrar califatos con activistas en plan borde en vez del marchamo de la convivencia y la cultura, a ver si así alguien hace caso. Sísifo, aparte de por su famoso castigo, fue conocido por su astucia, una astucia con la que se la daba con queso una y otra vez a las deidades del Hades, del inframundo. Habrá que dejarse de buenismos, tirar de astucia y dar tralla.

* Profesor

@ADiazVillasenor