Lo que ya se presagiaba por la prensa y trailers queda claro, no hay engaños: Silencio, de Martin Scorsese, es una película de jesuitas y ejecuciones de campesinos mártires cristianos en el Japón del siglo XVII. Ya hemos podido ver la película, que se proyecta en las pantallas cordobesas. Los jesuitas de la película son cristianos sinceros y entregados. Los mártires japoneses son creyentes auténticos y muy humanos. Incluso los personajes que apostatan siguen teniendo fe y viven bajo constante vigilancia. Ninguno acepta que el cristianismo es falso. Los que apostatan lo hacen solo bajo cruelísimas amenazas hacia seres queridos y bajo torturas.

Hay cinco escenas detalladas y angustiosas de ejecuciones con tortura: en las aguas termales, en las rocas de la costa, en las aguas del mar, en las hogueras, en la fosa. Hay alguna decapitación rápida, con cabeza rodando, pero excepto por esa escena no se ve mucha sangre en esta película, no hay excesos como en La Pasión de Mel Gibson. Aquí la dureza es psicológica y existencial, sufriendo la mayor tortura existente que es la que pretende distorsionar las conciencias. Fue, según la historia, una persecución estatal sistemática, de la que podían librarse simplemente con un gesto de apostasía.

Scorsese, exmonaguillo y exseminarista católico, hasta los 17 años, se desnuda y proyecta sus problemas existenciales como el problema del mal que permite Dios, qué dice Dios sobre la apostasía en situaciones límites

Es una película lenta, que adapta la novela homónima de Shûsaku Endô, católico japonés convertido. Es dolorosa, intencionadamente provocadora, larga para madurar los sentimientos que provoca. Los últimos minutos son una muestra que estimula la reflexión espiritual sobre la presencia de Dios en el mundo y la persona de Jesucristo. «Quiero provocar en la gente algún tipo de reacción, ya sea emocional o intelectual... para fomentar la discusión y la acción», ha dicho Scorsese.

Y al final vemos que no hay silencio de Dios. Jesucristo habla: en el sufrimiento de los inocentes. Habla en los gritos de dolor en las aguas termales, en las rocas de la costa, en las olas del mar, en las hogueras, en la fosa. Y ha dicho que usar el poder para aplastar al hombre como si no valiese nada, está mal. Es difícil hacer una reseña objetiva de Silencio, de modo que estas líneas son una humilde apreciación subjetiva para el lector que acuda a ver el film. A la pregunta sobre ¿Dónde estaba Dios cuando mataban a esos inocentes cristianos japoneses? Scorsese prefiere que sea cada espectador quien responda a esa cuestión. ¿Dónde estaba Dios cuando el Holocausto, y el 11-S, y el 11-M, los ahogados en el Mediterraneo...? ¿Dónde está cuando persiguen y matan a tantos cristianos en Irak, en varios países de África? Pienso que esos interrogantes tienen aquí una respuesta con sentido: El mal tiene rostro, los rostros sonrientes, educados, corteses, amables, de los oficiales japoneses que cazan a los cristianos y los enjaulan. Es el Estado omnipotente, que no le importan las personas ni Dios ni la libertad ni el sufrimiento. Guardemos un minuto de «Silencio», Ad maiorem gloriam Dei.

* Estudios de Licenciatura en Ciencias Religiosas