Palpita al fondo del fondo del último abismo, entre brumas y nieblas que ahogan los horizontes y borran los caminos juveniles; cuando ya no podemos hundirnos más; tras la última frontera que hemos traspasado llevados por el dolor de la existencia, ese dolor sin palabras, del que nunca podemos huir, que nos extravía por completo en medio de la vida, de nosotros mismos y de los otros. El silencio de Dios se escucha cuando se han secado en nuestros ojos los infinitos océanos de las lágrimas; cuando han sido arrasadas por los fuegos más insaciables todas las estepas de la desesperación; cuando nos convencemos de que no podemos dar un paso más, y sin embargo la sed de plenitud nos tira de los pies; cuando la esperanza se ha convertido en una droga, en el empecinamiento de un loco o un visionario; cuando ya nos hemos vaciado de todo, y al querer apoyarnos en algo sólo sentimos vértigo; cuando la garganta se nos ha convertido en puro grito desgarrado, en pura súplica siempre sin respuesta; cuando el amor nos ha herido y lo necesitamos. Es el desierto más inhóspito, en el que continuamente nos vemos desaparecer bajo la ensoñación de que llegamos a algún oasis donde alguien nos espera para cobijarnos. Es la oscuridad tenebrosa de cada momento de dolor hecho eternidad; cuando nuestra mente ha dejado de comprender, cuando no sabemos por qué vivimos, ni siquiera por qué existimos; cuando no tenemos respuestas para nada, ni para el dolor ni para el amor, ni para la muerte ni para la vida. Es cuando los demás nos ven felices, y sólo es la mueca con la que disimulamos el corazón hundido en sus cenizas; cuando buscamos una respuesta y no hay respuesta, porque la nada es el único apoyo que poseemos; cuando la esperanza quema como el hielo y la fe es un ascua incandescente en cada idea. Es el suplicio que nos infringimos a nosotros mismos por querer tener conciencia. Es un dolor que arranca al alma de sí misma, la eleva y la deja colgando de sí misma en medio del abismo, donde el terror a vivir y a morir tiene su reino. Es cuando sólo hay noche y amanece noche. Es el momento en el que creemos que por fin vamos a descansar, y sólo es otro escalón en la caída. Entonces, y sólo entonces, aparece el silencio de Dios. Porque Dios sólo habla en el silencio..

* Escritor