Creía que era abogado pero el otro día salí de un curso concluyendo que, de derecho, como de astronomía, se sabe poco. Creí que era español hasta que me sorprendió una manifestación con miles de banderas españolas. Siento reconocerlo, pero no me sentí identificado. Creo que las reivindicaciones nacionalistas deberían ir más acordes con logros culturales que territoriales y por eso tanto españolismo de trapo me supo a una especie de identidad con burka que tapaba la personalidad real de la gente. Y dudé de ese españolismo. Como todo el mundo sabe, voy de activista gitano y el otro día le decía a una de las mejores abogadas de Familia, Pilar Gómez de Cisneros: hay payos que son muy tolerantes porque no tienen prejuicios con los gitanos. Pero otros siempre nos miran con recelo y no se brindan como deben. Entonces mi amiga me dijo que eso no era cuestión de etnias ya que la intolerancia también pasa entre payos sin necesidad de que haya ningún gitano por medio. Así que relájate. Y claro, ante la contundencia de esta respuesta dudé de mi activismo gitano. Me fui a casa que ya era de noche y al día siguiente, al levantarse mis dos hijos mayores dudé que fueran mis hijos y no por poner en entredicho la fidelidad de mi preciosa esposa Maya sino porque en un abrir y cerrar de ojos estos dos renacuajos a los que hace nada contaba cuentos para dormir habían crecido tanto que me pregunté: Pero ¿quiénes son estos dos tíarrones que han dormido hoy en mi casa? Salí a la calle nostálgico y me topé con un primo mío que es vendedor ambulante y que tiene el corazón tan grande como la Catedral y que en su día estudió a los gnósticos, que va y me suelta medio de guasa: A lo mejor tú no eres tú, sino que eres la reencarnación de un perro que se portó muy bien en otra existencia y como premio ahora eres una persona. Entonces me hizo dudar hasta de quién era yo pues en verdad quizá fuera un chucho (ya puestos preferiría tener el alma de un cruce de belga con labrador) Como ven, dudaba de todo... hasta que por casualidad vi una bandera andaluza. Digo por casualidad, porque a diferencia de la española, la bandera andaluza no es tan pesada en sus apariciones a un pueblo que ha sido vanguardia del conocimiento y la hospitalidad cuando muchas otras regiones --que hoy presumen- estaban en la edad de piedra. Además, esta bandera era de colores pacíficos y vitales en perfecta coordinación con esa cultísima leyenda que contiene y que ofrece, más que patria, libertad a toda la humanidad. Y ese día, después de tantas dudas, ni pude ni quise dudar que soy y seré siempre andaluz.

* Abogado