Parece ser el signo de los tiempos que nos importe más el escaparate que la trastienda, la apariencia antes que la realidad.

Esta situación, aplicada a la cultura, deviene en muy poco democrática además de ineficaz para proteger nuestro patrimonio histórico--cultural y para ofrecer los bienes propios de la cultura, como verdaderos derechos de los individuos en las sociedades avanzadas.

Me pregunta el Diario CORDOBA sobre la posibilidad de alcanzar para Medina Azahara la categoría de Patrimonio de la Humanidad que concede la Unesco. Sería merecedora, sin duda, la ciudad Omeya de tal nominación, más no creo que ese sea el objetivo de verdadera importancia.

¿Estaría bien? Rotundamente, sí.

En mi opinión, Medina Azahara necesita los recursos necesarios y la mirada protectora y responsable constante de todas las instancias políticas, incluido el Gobierno de España, para poder avanzar en investigación, conservación e interpretación. Ella es una realidad y una posibilidad de futuro al mismo tiempo, por lo mucho que queda por descubrir arqueológica e históricamente. Sigue siendo la gran desconocida del Olimpo de los grandes bienes culturales españoles.

Sería más real insistir en sus necesidades, como política cívica de todos nosotros, antes que otro empeño. Alguien dirá que ambas cosas no están reñidas y en efecto llevaría razón, pero creo que es hora de estar más en la realidad, y por ello como ciudadanía de Córdoba preferiría invertir nuestra energía democrática anteponiendo su viabilidad y su futuro antes que otra quimera fuera de nuestro control.

La buena política que debe rodear a Medina Azahara, con más recursos públicos, con más personal, con más mecenazgo, con más mimo en su acercamiento a la vida cordobesa y a la población educativa, además de los siempre bienvenidos recursos turísticos, que serían mil veces más útiles para ella y para todos. Garantizaríamos así, aún mejor, nuestra obligación de llevarla a las siguientes generaciones y de esta forma, sí sería Patrimonio de la Humanidad protegido y querido y sobre todo real.

Para nuestra querida ciudad la cultura, en todos sus elementos, la que constituye el pasado pero muy especialmente la que mueve el presente, debiera ser su primer apellido, su eje de definición, la envolvente de todo lo demás, y por ello cualquier iniciativa es buena, también que Medina Azahara siga asombrando al mundo con su sola existencia.

Quienes se hagan cargo de esta, mi modesta posición, estoy segura de que también la podrán colocar en la lista que el Estado español lleva a Naciones Unidas para que el mundo entero pueda reconocerla.

Lo dicho, mejor la trastienda de su realidad que los fuegos fatuos.

* Profesora de Derecho Constitucional de la UCO. Exministra y exconsejera de Cultura