Sentido común, David. «Esa es la ley más importante que tienes que aprender allí». Fueron las palabras que me dedicó Arcadio antes de marcharme a Ávila para ingresar en la Academia de Policía Nacional. Arcadio es mi padre y, a la vez, mi compañero... y eso lo ha cambiado todo en mi vida. Hasta entonces, la relación con él era de admiración pero con distancia, de obediencia pero buscando siempre su aprobación...

Cuando pasaron los meses y la academia terminó, conseguí plaza para realizar las prácticas en Córdoba y entonces Arcadio me plantó un «lo único que te vas a llevar de este santo cuerpo son un puñado de buenos compañeros». Y bien que me dí cuenta nada más empezar. En esos nueve meses tuve la suerte de conocer la faceta policial de mi padre de la mano de grandes compañeros (Navarro, Vasallo, Emilio, Cristóbal, etc) y quedé fascinado por ver cómo se iluminaban sus rostros al hablar de tu manera de trabajar, de tu increíble memoria, de tu valentía, tu lealtad hacia ellos y de tu amor hacía la profesión.

Destinado ya en Sevilla, quise disfrutar de tu servicio preferido, el de moto. Y empecé a darme cuenta del valor que tiene haber estado más de 30 años patrullando y bregando el día a día. Y en mi regreso a Córdoba logré entender que me has dejado el listón tan alto que llevaré siempre con orgullo ser «el hijo de Arcadio». Sabía que mi padre había sido número uno de su promoción en 1979 (el primero en elegir destino en Córdoba), que muchas veces no estaba a la hora de comer porque se había complicado el trabajo, que Nochebuena o Fin de Año siempre trabajaba así como Feria y Semana Santa, que le saludaban con especial respeto por la calle, que irme a estudiar Periodismo a Sevilla hizo que se fuera muchos meses de escolta a Madrid para ganar un sobresueldo... y que el 29 de noviembre de 1996 llegaste especialmente tarde de trabajar con el semblante pálido porque hubo un atraco, una persecución e irremediablemente un disparo...

La Policía Nacional me ha brindado el mayor tesoro: ser compañero de mi padre. Eternamente agradecido. He comprendido que mi padre estudió más que nadie para poder estar en Córdoba en aquellos años que el destino más común era el País Vasco, que en este trabajo no sabes cuándo terminas tu jornada, que el respeto en la calle se gana a diario, que por un hijo cambias tu puesto de trabajo para que él pueda alcanzar sus sueños. Pero no puedo por más que quiero saber todo lo que has sentido después de aquel señalado día... y me hubiera gustado ser tu compañero en aquel momento para poder estar más a tu lado. He aprendido de ti a ir de frente, a saber elegir siempre el camino de la verdad, de proteger a la familia, a darle sentido a la palabra lealtad...y a servir a nuestra comunidad.

Te deseo lo mejor compañero; disfruta de tu nueva etapa junto a la mujer más maravillosa del mundo, nuestro mayor tesoro, tu esposa y mi madre, Encarni. De Javi y sus Rocíos. De Keko y Zoe. Nunca dejes de sonreír, Papá. Con la satisfacción del deber cumplido, compañero. Te quiero, David.