Por fortuna existen jueces y juezas que no atienden a los truenos de Twitter y ni siquiera escuchan a los políticos de «la limpieza extrema», simplemente tratan de dictar justicia atendiendo a las pruebas acreditadas, los códigos y las reglas técnicas que, según los casos, permiten atenuar el resultado de las penas. Nada de justicia ejemplar que es la peor de las justicias, ni penas exageradas y al límite difíciles de explicar.

El fallo de la Audiencia de Palma sobre el caso Nóos es una de esas sentencias que por su propia sencillez y moderación muchos creemos todavía en la justicia, aunque no nos quepa del todo en la cabeza la absolución de la infanta Cristina y de esa gran patulea valenciana, por ejemplo. Y si ha habido error, falta de tino e incluso presiones sobre el tribunal o este se mostró cobarde, ahí está el Tribunal Supremo para enmendarlo.

Los tiempos convulsos que nos toca vivir dando tumbos nos tienen más tiempo del debido airados. En este estado es difícil discernir con cordura. No distinguimos el grano de la paja porque, además, políticos ambiciosos, tertulianos del escándalo y el tumultuoso furor de las redes tienen la única misión de confundir para que ellos puedan continuar nadando en el fango.

Todo está predispuesto para que siempre haya un sambenito paseando por las televisiones al que escupir creyendo que el esputo nos libera. Durante varios años ese reo fue el duque de Palma, Iñaki Urdangarín, al que pronto se le unió en el banquillo su esposa la Infanta Cristina. El ruido sensacionalista y el nuevo revanchismo político los querían entre rejas ya. Ahora, cuando la Audiencia palmesana absuelve a la Infanta, su enfado trae el ruido de la horda. En esta situación, ¿quién puede argumentar sin que le partan la boca que la absolución era lo esperado toda vez que no había acusación del fiscal contra ella?

No, la sentencia de Palma no es injusta, no beneficia a una Borbón; la mala justicia es la que llamamos ejemplar, la que tarda lustros en hacerse efectiva, la que permite a poderosos bufetes de abogados ahogar los juzgados con requerimientos y mil mareos que los colapsan y la que se resiste por décadas a la transparencia.

Sí , un tribunal ha absuelto a la Infanta Cristina y condenado a su marido a 6 años y 3 meses de cárcel, pero el Supremo puede modificar el fallo sin que este sea injusto. Claro que la Infanta absuelta nunca volverá a ser lo que fue; se le acabó la grandeza en buena parte porque la justicia, manifestándose como debe, entendió que las diligencias iniciales practicadas sobre ella apuntaban la existencia de delitos que, al final, el tribunal sentenciador entendió no probados.

* Periodista