Como casi todos los años, las principales cadenas de televisión de este país nos suelen regalar durante las vacaciones navideñas con especiales de tintes infantiles que más de una vez acaban por convertirse en ejemplo contraproducente para sus presuntos destinatarios. Así ocurrió con la participación de cierto dúo musical de adolescentes en un programa basado en la palabra cuyo roscón recuerda al de Reyes, que puso en evidencia de golpe y sin anestesia la realidad educativa de una parte importante de la población juvenil española, incluida la universitaria. Que un oasis de verdor y humedad en medio del desierto sea calificado de isla podría tener su sentido metafórico, pero no cuando la pregunta es "Con la o: porción de tierra con vegetación y con agua, aislada en medio del desierto". Del mismo modo, queda poco lugar al comentario si a la pregunta: "Con la j: séptimo mes del año", se responde "jueves", o se confunde "holla" con "horno" para definir "Con la h: aparato que se usa en la cocina para asar los alimentos". Todo podría quedar en una anécdota divertida e intrascendente motivada por los nervios si no fuera porque refleja una falta de recursos que quienes nos dedicamos a la docencia sabemos reales entre nuestros alumnos de Grado y también de Postgrado. Problemas gravísimos con la lengua, la sintaxis y la semántica; errores ortográficos enormes y recurrentes; confusión en el empleo de palabras porque las han tomado de oídas y no saben lo que significan; falta absoluta de estructura en el discurso; incapacidad para la abstracción o el razonamiento complejo; ausencia de madurez y limitaciones alarmantes para la síntesis..., son sólo algunos de los problemas con los que nos enfrentamos, por más que sea políticamente incorrecto aludir a ellos en tiempos de promoción poco menos que automática; exacerbación de los derechos frente a la ausencia de deberes; tiranía incomprensible de ordenadores, tablets, smartphones, ipads y toda suerte de herramientas y dispositivos móviles que tienen su utilidad pero acaban entonteciendo a quien abusa de ellos; devaluación de las exigencias académicas; Cursos Cero y Tribunales de compensación que cuestionan la inteligencia..., y así hasta el infinito.

No hace mucho que volvió a cambiar la normativa de Doctorado en España. Como consecuencia, los doctorandos del denominado Plan Antiguo se han visto obligados a rematar sus respectivas investigaciones de forma precipitada. Una arbitrariedad más, que ha perjudicado a muchos y no ha beneficiado a nadie; sobre todo porque en estos últimos años venimos asistiendo a una cierta devaluación de la enseñanza superior que ha bajado de forma alarmante los listones de la exigencia académica, motivando que hoy sea frecuente la presentación para su defensa en nuestras universidades de tesis doctorales cuya calidad, alcance y enjundia nada tienen que ver con las que se defendían antes. Se trata, pues, de una concesión más del sistema, que personalmente condeno y combato a diario, consciente no obstante de que resulta muy complicado, por no decir falaz, luchar contra molinos de viento, especialmente cuando se dispara con pólvora de rey, al hacerlo a costa de terceros; porque ¿quién se siente autorizado a pedir a sus discípulos que inviertan el doble de tiempo y de esfuerzo que el resto de sus compañeros en la elaboración de trabajos que al final van a tener la misma validez académica? Sólo aquellos de verdad imbuidos de un concepto de Universidad probablemente obsoleto y trasnochado para la mayoría, en el que no obstante algunos seguimos creyendo, tendrán el pundonor necesario para mantenerse fieles a sus principios y actuar en consecuencia; lo que, irónica y paradójicamente no es garantía en absoluto de éxito. Por desgracia, en tiempos gobernados por la aurea mediocritas, las oportunidades no van en directa relación con la solvencia, la excelencia o el mérito.

Sirva también esta reflexión como crítica a la creación de los ya citados tribunales de compensación, destinados en último término a permitir (incluso contra el criterio de los profesores responsables, a los que se arroja de paso a los pies de los caballos) que determinados alumnos superen el Grado sin haberlo hecho con alguna de sus asignaturas, lanzándolos a un mercado laboral para el que no suelen estar capacitados. Conculcamos con ello la esencia de la propia universidad, institución pública sostenida por la sociedad para dar a sus hijos formación de elite, pero también para exigirles y testar que la han recibido y asimilado antes de facultarlos; una contradictio in terminis cuyas consecuencias, al final, acabamos pagando todos.