Sí, seguimos progresando. Quien no lo vea es porque no quiere. Democracia sin elecciones y sin urnas, y con minoría parlamentaria, y a base de chalaneos con partidos políticos independentistas. ¡Qué bien! A España no la va a conocer ni la madre que la dio a luz. ¿Recuerdan? De aquellos polvos estos lodos. ¿De qué podemos quejarnos? ¿Convocar elecciones? Que levante la mano quien se creyó eso. Donde dije dije, digo Diego, y a quien Dios se la dé san Pedro se la bendiga, y el que fue a Sevilla perdió la silla, porque el que se mueve no sale en la foto, y a Dios rogando y con el mazo dando, y más vale pájaro en mano que ciento volando, cría cuervos y... tendrás muchos, dime con quién andas y te diré quién eres, no hay más ciego que el que no quiere ver, llegar y besar el santo, quien da primero da dos veces. Pero de qué nos vamos a quejar si todo empezó hace cuarenta años, con esa marrullería de recuento de votos que es la Ley Electoral y que tengan mano en el gobierno nacional partidos políticos que se alimentan de ese gobierno para destruirlo. La política convertida en de oca a oca y tiro porque me toca. ¿Participación ciudadana? ¿Para qué? ¿Elecciones? ¿Para qué ese tinglado de tanta pantomima? La distancia más corta es la línea recta. Democracia muy bien reglamentada para acabar en farsa. El pucherazo decimonónico actualizado al siglo XXI. Progresamos adecuadamente. Y otra patada al pueblo en esa parte entre los músculos abductores, o en el meridiano geodésico de los glúteos. ¿El pueblo? Ahora es la ciudadanía. ¿Mañana?... ¡Mañana!... ¡El pueblo queda tan lejos de donde se amasa el pastel! ¿Quién recuerda lo de hace unos días? Para eso está la basura de la televisión. Un mal olor tapa a otro. Y dame pan y dime tonto. Ahora, el verano, las vacaciones, las largas siestas de nevera y serial, y el regüeldo de la cervecita. Cuando volvamos del verano, la melancolía, otro otoño, otra nada. ¿Quién se acordará ya de lo que fue? Y cada cual en su cola del paro, del médico, el autobús, el supermercado, el cementerio. Desde la cúspide del poder, ¡se ve todo tan pequeño y tan lejano! Los leones de las Cortes se parten de la risa cuando regresan a su casa cada noche. ¡Carne de cañón! ¡Han visto tantas veces a Pinocho crecerle y crecerle la nariz! H

* Escritor