El pasado día 7 fue proclamado Doctor de la Iglesia San Juan de Avila, cuyos restos descansan, desde 1569, en la basílica de la Encarnación de Montilla. Y es que este "maestro de maestros" asume méritos más que suficientes como para formar parte del selecto club de los 33 doctores de la Iglesia, élite de la intelectualidad católica y, desde ahora, fuente de referencia doctoral junto a San Agustín, Santa Teresa de Jesús, Santo Tomás de Aquino o San Juan de la Cruz. Nacido en Almodóvar del Campo (Ciudad Real), dentro de una acomodada familia manchega, marcha a Salamanca donde cursa "Leyes", y es en la ciudad del Tormes donde adquiere una profunda conversión espiritual que marcaría en adelante su futuro como sacerdote.

San Juan nunca tuvo en su acción clerical un camino de rosas. Por llamar "mártires" a los quemados, cerrar el cielo a los ricos o defender que era mejor dar limosna a los pobres que fundar capellanías, fue perseguido, encarcelado y juzgado por la Santa Inquisición como sospechoso de herejía. Lejos de defenderse, se mostró contrario a su propia defensa y pasa un año, antes de su justa absolución, en la prisión inquisitorial de Sevilla. Una vez puesto en libertad se traslada a Córdoba, desde donde inicia una obra catequística de tal calado apostólico que merece a partir de entonces ser conocido como "el apóstol de Andalucía".

Al margen de su innegable labor para con sus creencias y credos, nos legó un importante y bello ramillete de poesía y escritos sobrios de extraordinaria belleza y profunda reflexión. Opúsculo de modelo frugal fue sin duda su salmo XLIV Audi filia , para muchos la obra más completa y "convincente" de divulgación apostólica de cuantas existen. A partir de que ahora su figura será mucho más estudiada y sobre todo reconocida, me atrevo a sugerir que también se le reconozca la paternidad de un soneto, en cuya autoría no parecen estar de acuerdo los eruditos y que continuamente se atribuye a otros autores. Me refiero al Soneto a Cristo crucificado , "no me mueve, mi Dios, para quererte...". Punto de partida para el estudio podemos encontrarlo en la propia idea central del soneto, "amor a de Dios por Dios mismo", muy presente en los textos del propio santo. Seguramente los ilustrados montillanos, a los que lanzo el guante, podrán ponerse manos a la obra y concederle a San Juan de Avila lo que es suyo, (al César lo que es del César), y demostrar que tan maravillosa obra, verdadera joya de la poesía mística, es propiedad del insigne huésped que desde hace más de 400 años, se quedó para siempre en la ciudad de los vinos.

Antonio Rodríguez Bazaga

Córdoba