Es probable que no tengas ni la menor idea de quién es Dalas, pero si preguntas en la puerta de un instituto recibirás un torrente de información semejante al que emanaría de mi tía si te interesaras por Paquirrín, Belén Esteban o Isabel Preysler. Dalas es el malo de un reality show digital cuya audiencia es equiparable a la de Mediaset. Su nombre aparece habitualmente en la guerra de cotilleos, intimidades y acusaciones sexuales que los chicos y chicas enganchados al universo youtuber llaman «salseos».

Dalas está convencido de que hay que desmontar el movimiento feminista desde que su exnovia, también youtuber, empezó a airear intimidades desagradables de su vida en pareja y lo acusó de abusar de ella. Aquello degeneró en una tormenta viral cuyos truenos todavía resuenan hoy. Dalas ha sido el único español, aparte de Mariano Rajoy, al que sus detractores ha logrado mantener como trending topic una semana entera a base de machaque. Esto da idea del tamaño y el apasionamiento de la audiencia del culebrón digital.

Bajo la engañosa apariencia de asunto de interés feminista, Dalas y su ex batallaron ante el tribunal de Twitter por la custodia de una mascota, se amenazaron con querellas y se dispararon infinitos vídeos mientras otros youtubers aportaban su opinión sobre cada cual desde sus cuentas, exactamente como pasa en el plató de Jorge Javier. Finalmente, se abrieron los cielos y cayó sobre la tierra una catarata de chicas que intentaban atraer la atención del público con nuevos (supuestos) abusos de Dalas. Volaban capturas de pantalla manipuladas, fotos borrosas, retoques de photoshop, memes, vídeos respuesta y notas de voz. Total: un Sálvame protagonizado por jovencitos confusos que emiten, a puerta cerrada, desde su habitación.

¿Es un caso aislado? No. El salseo, como Sálvame, es una máquina que necesita siempre gasolina, así que han ido desfilando otros personajes por la picadora. Esta semana le tocó a Haplo Schaffer, archienemigo de Dalas, que se hizo conocido por promover el linchamiento de María Frisa en verano del 2016. Schaffer acusó a la autora de 75 consejos para sobrevivir al colegio de fomentar el acoso escolar y más de 30.000 crédulos firmaron la petición de Change.org donde exigía la retirada del libro. El episodio fue pavoroso porque demostró que la pataleta de unos chavales inmaduros es capaz de producir histeria en decenas de miles de padres e incluso abrir telediarios. Bien, pues ahora acusan unas chicas al que fuera inquisidor de Frisa de haber abusado de ellas. The show must go on.

Preguntarás por qué estoy contándote todo esto. Bien: creo que existe una línea muy difusa y muy problemática, de la que nadie está hablando, que separa las regiones exteriores del movimiento #MeToo y el narcisismo exhibicionista de la red social. Y creo que existe otra línea, en este caso fina y subjetiva, que separa lo que debería considerarse abuso y lo que no son más que rupturas amorosas y malentendidos.

En Twitter y Youtube, cada día, decenas de miles de jovencitos cruzan estas líneas en manadas, y hay adultos en la prensa que directamente les ríen las gracias. Sospecho que es algo en lo que vale la pena pararse a pensar.

* Escritor y periodista