La secretaria general del PSOE-A y presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, ha dado ya el salto que la sitúa en la carrera de las primarias socialistas. Un paso muy esperado que hasta el domingo pasado no se concretó, que ahora es irreversible y que tendrá importantes consecuencias tanto para su propia carrera política como para el PSOE y, claro está, para Andalucía. Si hubiera que juzgar solo por el acto de Madrid, Susana Díaz ganaría las primarias y sería la próxima secretaria general del PSOE. Miles de militantes, que doblaron las 4.000 plazas del pabellón que albergaba el acto, arroparon a la presidenta andaluza, apoyada por toda la vieja guardia del partido y cuatro de los seis presidentes autonómicos socialistas. Otro dato relevante es que logró reunir a personalidades largo tiempo enfrentadas, como Felipe González y Alfonso Guerra, Carme Chacón y Alfredo Pérez Rubalcaba, y José Luis Rodríguez Zapatero y José Bono. La decisión, sin embargo, corresponde a los 180.000 militantes del partido, que hasta ahora respaldaban, parece que por mayoría, al anterior secretario general, Pedro Sánchez, que vuelve a optar al cargo. Sánchez, sin embargo, ha perdido desde el 1 de octubre prácticamente todos los apoyos orgánicos y se ha dejado en el camino gran parte de su credibilidad por sus bandazos ideológicos y sus cambios de alianzas. Le queda el fervor de una parte de la militancia, cuyo volumen deben fijar las primarias, pero el peso del aparato lo tiene en contra. Aunque la neutralidad de la gestora se haya puesto en entredicho, especialmente por el sector de Sánchez, no parece discutible que ha sabido llevar al partido a este momento sin resquebrajar su unidad orgánica y ha sido capaz de mantener todas las credenciales democráticas de este proceso. El presidente, Javier Fernández, no fue al acto para mantener la neutralidad, pero su simpatía hacia Díaz es inequívoca.

En su apasionado discurso de presentación, más en clave de partido que de país, más personalista que ideológico, Susana Díaz mostró sobre todo su inquebrantable voluntad de ganar y su deseo de que el PSOE vuelva a ser lo que fue. Su eslogan, 100% PSOE, es la expresión de lo que quiere, un partido como el de siempre, sin contaminaciones de otras fuerzas políticas, en alusión a Sánchez y a sus flirteos con Podemos. Pero esa exaltación del pasado quizá sea su mayor inconveniente, porque al hablar de los retos del futuro sus referencias pecaron de generalistas. La batalla no ha hecho más que empezar, entre una Susana Díaz que la simultaneará con la gestión de la Junta, una decisión que sus oponentes censuran; un Patxi López que presenta un cariz integrador, y un discurso «a la izquierda» de Sánchez que la obliga a concretar con precisión su proyecto político para España. Y quizá algún candidato sorpresa. Díaz arranca con la historia del partido a su favor, pero ahora le toca trabajar con la militancia y definir el futuro del PSOE.