Los caminos del destino, de la vida, son inescrutables, o infinitos. No podemos entender los designios que se esconden tras las estrellas, bajo el asfalto o entre las arenas del desierto. La enorme labor que realiza Acansa, la asociación cordobesa de amistad con los niños saharauis, es inescrutable, infinita, como los caminos en el desierto y los rumbos que el destino marca a veces, nunca caprichosamente. Este fin de semana hemos despedido a los casi 150 niños saharauis acogidos en Córdoba y provincia, auténticos embajadores de su país, de su cultura; más que niños o aprendices de la vida, auténticos maestros que nos han enseñado mucho más de lo que nosotros hayamos podido proporcionarles. Pero como las líneas son pocas y lo que hay que decir, mucho, permítanme que me centre en un solo ejemplo. Se llama Busharaya --Busa para sus amigos--, llegó hace varios años a casa de la familia de Rosa, en Peñarroya, y, por circunstancias de la vida, aquí se ha quedado. Gracias a su esfuerzo, a sus dotes, a su valía, y a al apoyo de todos cuantos han hecho suya su causa y su personalidad ya imprescindible entre nosotros, Busa se ha convertido en un atleta encomiable. Tanto, que en los Juegos Africanos que tendrán lugar en Brazzaville (Congo) del 2 al 19 de septiembre, representará a su país invadido, la República Arabe Saharaui Democrática. Yo pediría que viéramos en la tele los juegos, al menos cuando compita Busa, porque es necesario que sienta allá lejos el corazón de Peñarroya, de Córdoba, y porque es un exponente increíble de lo que puede conseguirse con iniciativas como la de Acansa.

* Profesor