Rafael Hernando se mofó así hace unos días del congreso de Podemos: «Algunos están a botellazos en una plaza de toros, dispuestos a sacrificar a un niño...». La primera parte de la afirmación del portavoz parlamentario del PP no es cierta, porque precisamente en Vistalegre hubo una especie de tregua, algo así como un contener la respiración a la espera de los resultados. La segunda parte de la afirmación, sin embargo, sí parece bien tirada. A la espera de la reunión de la nueva dirección de Podemos este fin de semana, todo indica que Íñigo Errejón no seguirá como secretario político y tampoco como portavoz en el Congreso de los Diputados. Y es que su derrota en Vistalegre es indiscutible. Sus ideas sobre el camino que debe tomar Podemos fueron ampliamente rechazadas y, personalmente, incluso Pablo Echenique le superó en apoyo entre los inscritos. De esta manera, los votantes de la formación le dieron a Pablo Iglesias argumentos suficientes para relegar a su hasta ahora número dos.

Es verdad que la relación entre ambos está muy tocada, que hay una importante pérdida de confianza. Y, al mismo tiempo, también parece de sentido común que quien defiende una determinada estrategia política no sea la persona idónea para dar la cara en primera línea por otra distinta. Sin embargo, creo que laminar a Errejón o mandarle a la última fila dejaría vacante un puesto importante: el de la persona que es capaz de hablar y discrepar, pero sin que se sientan agredidos ni sus rivales políticos ni los votantes de otros partidos que, aunque no te apoyen, al menos te escuchan y no huyen despavoridos. Se ha dicho de él que es la cara amable de Podemos y, aunque no le guste, es verdad. Se dice de él que es una persona muy inteligente, y eso no lo discuten ni sus mayores enemigos. Ninguna de esas dos virtudes abunda en la actualidad. Sin embargo, no pudo con Iglesias porque también es muy listo y, en lugar de debatir sobre el futuro del partido, le llevó a su terreno y planteó un órdago sobre el liderazgo.

Lo que ahora me pregunto, más allá de que Iglesias cuente con él cerca o lejos, es de qué pasta está hecha esta gente que pierde los pulsos, pierde gran parte de su autoridad interna y externa y, aun así, permanece y se pone a disposición del líder. Es una situación tan incómoda, que me resultaría muy difícil de sobrellevar.

No sé en qué posición quedará Errejón. Lo que sí me parece indudable es que para el PP y el PSOE es una buena noticia la victoria de Iglesias: ya han confrontado en unas elecciones y saben que pueden pescar en sitios distintos. Sobre todo, es bueno para Rajoy: cada vez que habla Iglesias, él recoge los votos del miedo a los que aún definen como «los populistas del chavismo».

* Periodista