Una rápida visita a un barrio del armonioso extrarradio de la bella e incomparable ciudad en que vive el cronista lo ha vuelto a poner en contacto con un callejero rotulado por nombres de insignes arabistas, conforme a la muy loable iniciativa adoptada, según sus noticias, por los munícipes que rigieron la urbe califal en los abrillantado días de la plenitud de la Transición, esa formidable hazaña del pueblo español de la que hoy gritadores e irresponsables quieren despatrimonializársela.

Una de las mentes más deslumbrantes de la contemporaneidad nacional, la del egregio filólogo e historiador aragonés D. Miguel Asín Palacios (1871-1944), es recordada con la intitulación por su nombre de una humilde calle suburbial. Pocas realidades reflejan con mayor patencia la postergación de la verdadera cultura y la absoluta incuria del ideario conservador en la España hodierna que figuras como las del autor que escribiera las páginas quizás de más amplia recepción e intensa repercusión en los ambientes humanísticos más relevantes de todo el mundo a propósito, justamente, del grande y poderoso influjo de la escatología musulmana de raigambre cordobesa en la Divina Comedia, apenas si encuentra muestras del respeto y admiración de sus compatriotas, traducidos en estatuas o edificios con su denominación, más allá, claro, de su región natal y aun en este caso, no en número excesivo... Desconoce, a los efectos, el articulista si el ejemplar --calificación de su coterráneo y devoto D. Pedro Laín Entralgo-- sacerdote e idolatrado catedrático --juicio del más querido de sus discípulos: D. Emilio García Gómez-- viajó en alguna ocasión a la ciudad de la Mezquita, aunque no es aventurado dar una respuesta positiva a la duda. Lo hiciera o no, su acendrada y auténtica modestia de sabio no se encocoraría por su marginación escultural o en el nomenclator de la capital del al-Andalus. Tampoco porque su obra y personalidad no se incluyan con condigna presencia en la multitud de «eventos» --término que a él, gran dominador del lenguaje castellano, le provocaría reluctancia por su asaz indebido empleo y latitudinario uso--, congresos, simposia y demás acontecimientos culturales de dicha índole celebrados con no excesiva axiología en la antigua corte de los Abderramanes y, en general, por todo el territorio bajo la jurisdicción de la Junta de Andalucía. Los mensajes que podrían extraerse de su cincelada y rica bibliografía acerca de cuestiones anotadas con grueso trazo en las agendas de muchos organismos de la referida y alta institución, así como en las de otros numerosos ámbitos académicos y sociales, se manifestarían sustanciosos y enriquecedores para la sociedad de nuestros días.

Pero gobernantes y gobernados tienen sin duda hoy temas más perentorios de los que ocuparse, conforme lo patentiza, cansinamente, la crónica de la actualidad. A la espera de que algún día puedan cambiar, bastará quizá por hoy que se perpetúe el nombre del eximio arabista en una umbrosa calle cordobesa por la que acaso a estas horas corretee alguna niña o algún niño, que, por los extraños caminos del azar y aún más de la vocación, quieran cuando llegue a la edad moceril proseguir la andadura de tan insigne español.

*Catedrático