Posiblemente, sería totalmente incongruente hablar de la sabiduría de los prejuicios, conceptos que se riñen como el agua y el aceite. Pero no es malo recordar que su mixtura se ofrece como un eficaz anzuelo, una hábil maniobra de distracción para enfrentar otros propósitos. Recurramos a un cliché arquetípico: la criogenización de Walt Disney, cuando en realidad el hacedor del ratón Mickey fue incinerado dos días después de morir. Acabamos de recoger los adornos navideños y quien más y quien menos tiene la tentación de simular unos copitos de nieve en el Portal. En ese paisaje blanco estamos acumulando una serie de distorsiones, y no solo por blanquear con escarcha los dátiles. A San Francisco de Asís le endosamos la invención de los Belenes, y nos reconforta asociar ese medievo con una época de carámbanos... Pues va a ser que no. La Alta Edad Media, igual que la Roma de los Césares, fue un tiempo de temperaturas cálidas, superiores incluso a las de la Cordobita de julio y agosto. Por eso hubo viñedos en el Támesis y Erik el Rojo tuvo más fácil enfilar sus naves vikingas hacia Groenlandia y hacia ese Continente registrado por Colón en el libro de los descubrimientos. Para frío, aparte de las temperaturas siberianas que se han comido media Europa este fin de semana, váyanse a la pequeña Edad del Hielo que comenzó a mediados del XVII y engulló en Beresina a las tropas de Napoleón.

No considero al presidente del Gobierno un virtuoso en la sabiduría de los prejuicios, pero ese particular dontrancredismo gallego que practica le ha reportado, exasperación aparte, indudables beneficios. Enero es un mes de empachos, y en este año se suma la pesada digestión de la interinidad. El tiempo corre a favor de su perfil discreto, en buena medida debido a deméritos ajenos. En Podemos han abierto la veda antes que el poder, lo cual retrata a estos ya menos novísimos con los eternos pecados originales de la izquierda. La línea oficialista de los socialistas también se presta a adorar al becerro de oro del aburrimiento, mascando una laxitud cubana ante unos críticos que han cometido el imperdonable error de pseudo suplantar las reglas y las siglas. El oficialismo brujulea con una candidata que amaga más que Panenka ante el punto de penalti. A Ciudadanos quieren achicharrarlos en el candor de las cosas buenas, porque en el fondo el electorado prefiere a los malotes con buenos propósitos. Y la cuestión catalana hace tiempo que se asumió tácticamente, no tanto por la vía de los prejuicios, sino desde la sabiduría del coñazo. Y a ese hartazgo contribuyen las auténticas meteduras de pata de ciertos adoradores del Proceso, como la cutre cuña secesionista en la Cabalgata de los Reyes Magos: los farolillos que encandilaron a Rapunzel ahora convierten en Príncipe Azul el flequillo de Puigdemont.

Y queda la retraca de este tiempo histérico: la próxima toma de posesión del presidente de los Estados Unidos, que antes de jurar su cargo ya ha convertido a sus vecinos sureños en auténticos personajes de Steinbeck en sus Uvas de la Ira. Rajoy mirará este clima tumultuoso y ante tanta deriva cainita y populista, se dirá ante el espejo: Calladito estoy más guapo.

* Abogado