Con el tiempo y la edad he ido desarrollando, o puede que solo descubriendo, una progresiva aversión hacia la feria, el fútbol o cualquier otro evento consistente en llenar un espacio con gente vociferando. Ese ruido ensordecedor me mata, y huyo de él a la mínima oportunidad.

Pudiera sonar a que mi aversión es hacia el ruido, pero más bien diría que es hacia los decibelios. Además, no todo el ruido es igual. Lo único que tienen en común los ruidos es su componente caótica, aleatoria, en la melodía, la intensidad y las frecuencias, pero tienen orígenes diversos y características muy peculiares. El verdadero ruido totalmente aleatorio se llama ruido blanco y suena como un "shhhhhhhhh". En el ruido blanco natural todas las frecuencias del espectro sonoro suenan a la vez y con la misma potencia; el ruido que suena como verdadero ruido blanco a nuestros oídos, teniendo en cuenta que no percibimos todas las frecuencias con la misma sensibilidad, se conoce como ruido gris. Pero hay ruidos rojos, azules, en los que dominan algunas frecuencias características.

Y luego tenemos el ruido rosa, que tiene que estar aparte porque es un tipo de ruido muy particular. Es el ruido que suena como un "fffffffffffff". La peculiaridad física de este ruido es que, a diferencia del ruido blanco o gris, no todas las frecuencias suenan con la misma potencia, sino que la potencia decae 3 decibelios en cada octava superior. Curiosamente nuestro oído, que no es capaz de percibir frecuencias diferentes con la misma sensibilidad, sí que sabe distinguir con absoluta claridad el ruido rosa del ruido blanco.

Pero la curiosidad del ruido rosa no termina en el oído humano. A lo largo de estos últimos treinta años, ese patrón característico del ruido rosa se ha descubierto a lo largo y ancho de la naturaleza, en las fluctuaciones temporales de muchísimos procesos físicos, químicos y biológicos: la fuerza de las mareas, los fenómenos meteorológicos, las crecidas de los ríos, el ritmo cardíaco, la actividad de las neuronas, el comportamiento de la bolsa, la evolución de las modas, la duración de las secuencias en las películas; en cualquier campo de nuestras vidas está presente el ruido rosa.

El ruido rosa parece ser la expresión de los sistemas complejos hechos de muchos elementos individuales que interaccionan entre sí y que generan procesos autosimilares pero de tal manera que los procesos que ocurren con más frecuencia son menos intensos o menos potentes que los que ocurren solo de vez en cuando, como en el caso de los terremotos.

El ruido rosa tiene pues una relación muy íntima con la naturaleza, y en particular con la naturaleza de nuestro ser; es la expresión de ese ruido esencial, consustancial a la vida, oscilante, inconstante, indeterminado, que se amplifica o se contrarresta o se vuelve descomunal como una revolución al interactuar los unos con los otros libremente.

Mi aversión a la feria, por lo tanto, no puede ser hacia el ruido, porque el ruido es probablemente la razón por la que somos así de complejos, sofisticados y tenaces. Sin ruido no habría cambio, no probaríamos cosas diferentes que comparar con algo anterior. Sin ese ruido de fondo sencillamente no existiríamos ni personas ni planetas ni galaxias. Así que lo único que pediría es rebajar unos pocos de decibelios a la feria, sobre todo a las frecuencias de sonido más altas.

* Profesor de la UCO