La feria de Córdoba ha contado este año con más de cien casetas. Estoy seguro de que el esfuerzo realizado para controlar la contaminación en el recinto y aledaños ha debido de ser enorme. Me atrevería a decir que junto a la seguridad es uno de los temas centrales de la celebración. A poco que reflexionemos observamos que el consumo y uso de agua potable es básico por lo que la vigilancia y cuidados de la red seguro que son máximos. Una pequeña incidencia en este sector tendría consecuencias incalculables en todos los demás sectores. Revisar el almacenamiento y buen estado de los alimentos en las casetas es tarea de gigantes y debe resultar agotador. La recogida de basura organizada a tope a fin de eliminar malos olores, mala imagen y la presencia de ratas o similares no es tarea menor. La presencia del agua corriente en los servicios es de una importancia capital, dado el multitudinario uso de los mismos. La seguridad, aparte de las dotaciones de «la local» y «la nacional» y algunos agentes privados, se refleja en adecuadas instalaciones eléctricas, retenes de bomberos y de protección civil, correctas sujeciones de toldos y alumbrado etc...

Todo bastante bien para la provisionalidad de unos días, todo menos los niveles de ruido. Al parecer la contaminación acústica no es contaminación en ninguna feria. Tampoco en la Córdoba del siglo XXI pues se permiten miles de vatios de sonido que convierten el real en un estercolero acústico. Según la Organización Mundial de la Salud la contaminación acústica provoca serios daños a la salud. Causa problemas auditivos, insomnio y afecta el sistema inmunológico y el metabolismo. También activa las hormonas que provocan estrés aumentando las posibilidades de tener un ataque al corazón o un derrame cerebral. El ruido es un contaminante de primer orden.

La intensidad del ruido se mide en decibelios. La OMS considera los 50 decibelios como el límite superior deseable. Una exposición a más de 60 decibelios produce agitación de la respiración, aceleración del pulso y taquicardias, además de un aumento de la presión arterial y dolor de cabeza. A más de 85 dB se produce secreción gástrica, gastritis o colitis; aumento del colesterol y de los triglicéridos, lo cual puede aumentar el riesgo cardiovascular. También aumenta los niveles de glucosa en la sangre, lo que puede ocasionar graves problemas en los diabéticos.

¿Alguien ha medido el nivel de ruido en casetas y calle del infierno?

Ante esto ¿qué se puede hacer en una feria?. Como un agente contaminante más creo que sería conveniente medir el ruido ambiental en el real y hacer sugerencias, sobre todo a las casetas, para que disminuyan el volumen de sus altavoces. Estoy seguro que más de una caseta podría colocar un cartel con su nivel de ruido y utilizar la baja contaminación como reclamo publicitario junto a su buena cocina. Hasta es posible que algunas casetas eliminaran ese run -run de fondo por completo, facilitando así la conversación de la gente: seguramente que sería una buena experiencia. En cacharritos y tómbolas, al estar en el exterior, la cosa se diluye un poco, pero no debieran machacar el ambiente de todos a su antojo. Bajar el volumen puede resultar impopular, pero conveniente.

En la feria, de entrada, es como si todos fuéramos sordos y lo cierto es que salimos más sordos de lo que entramos y la garganta hecha polvo de tanto gritar. No se trata de imponer nada, es solo establecer unos márgenes y tomar conciencia de que el ruido es contaminación que debe evitarse, especialmente cuando compartimos situaciones con otras personas. Si la Virgen de la Salud es la titular de la Feria de Córdoba creo que estaría bien tomar medidas coherentes con esa advocación. En cualquier caso supongo que habrá que seguir insistiendo.

* Docente jubilado