El 15 de enero es la Jornada Mundial de las Migraciones. Con motivo de este día, la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica), como movimiento de la Iglesia inserta en el mundo del trabajo, hacemos esta breve reflexión, que es también denuncia, desde la Palabra de Dios y el pensamiento social de la Iglesia, sobre la situación y condiciones de vida de los trabajadores emigrantes y refugiados que vienen huyendo del hambre, las guerras y los conflictos.

Algunos rostros de la inmigración: Ivonne es de Costa de Marfil. Vino como solicitante de asilo, pero le ha sido denegado. Ha trabajado en varios empleos de servicios domésticos y ahora está sin papeles. Ha tenido que dejar la casa donde trabajaba y está esperando poder regularizarse por arraigo. Tania es de Bolivia. Trabaja interna, sin papeles, esperando que pasen tres años para poder solicitar el arraigo. Apenas libra dos horas cada tarde, pero nunca en fin de semana.

Este bienio la HOAC viene desarrollando una campaña que lleva por lema: «Trabajo digno para una sociedad decente». Pero, en palabras de Papa Benedicto XVI en su encíclica Caritas in Veritate: «¿qué significa la palabra «decente» aplicada al trabajo? Significa un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación».

Y siguiendo al Papa Francisco en su mensaje dedicado a esta jornada: «Hoy, la emigración no es un fenómeno limitado a algunas zonas del planeta, sino que afecta a todos los continentes y está adquiriendo cada vez más la dimensión de una dramática cuestión mundial. No se trata sólo de personas en busca de un trabajo digno o de condiciones de vida mejor, sino también de hombres y mujeres, ancianos y niños que se ven obligados a abandonar sus casas con la esperanza de salvarse y encontrar en otros lugares paz y seguridad. Son principalmente los niños quienes más sufren las graves consecuencias de la emigración, casi siempre causada por la violencia, la miseria y las condiciones ambientales, factores a los que hay que añadir la globalización en sus aspectos negativos».

Por nuestra parte, queremos seguir acompañando y trabajando en la defensa de los derechos de las y los trabajadores emigrantes, en la promoción de una cultura solidaria, de la integración y la inclusión con un trabajo digno y decente, que facilite a las personas su incorporación con todos sus derechos en la sociedad. Una sociedad que debe afrontar con humanidad la situación de los inmigrantes y refugiados, reconociendo su dignidad de personas.

La HOAC, nos situamos al lado de los trabajadores emigrantes porque el derecho al trabajo, para vivir con dignidad y a movilizarse libremente, son derechos humanos irrenunciables. Así creemos que tenemos la obligación como cristianos, de crear las condiciones para que puedan vivir con dignidad, sin importar su origen, el color de su piel, cultura, lengua o religión.

* Presidente de la HOAC en Córdoba