El comportamiento personal, y político, de Puigdemont es ridículo. Actúa a golpe de improvisación llamando la atención y queriendo resolver un tema político cuando no quiere reconocer que ya es un tema personal, concretamente procesal penal sobre su persona. Ridículo y torpe, porque no hace más que obstaculizar el argumentario de los partidos independentistas, que se han visto obligados a virar por la aplicación constitucional del art. 155. Empezó por ceder a la presión de la CUP con la declaración unilateral de independencia y llevando a la aplicación del art. 155, cuando podía haber convocado él personalmente, como president de la Generalitat, elecciones autonómicas catalanas, dejando al gobierno español fuera de toda intervención. Después, declarada la ilegal DUI, huye a Bélgica (país monárquico) porque allí determinados hechos delictivos que en España se le imputan no tienen la misma calificación y busca así amparo legal, que no ha tenido pues se encuentra en libertad vigilada, anteponiendo siempre su interés personal, que no de partido, al de sus seguidores y electores cuando se fuga de España. Por muchas reuniones y actividades que en el país belga haya tenido, incluida su última actuación en Dinamarca, no tiene ninguna repercusión política europea, todo lo contrario, ningún apoyo institucional de la Comunidad Europea ha conseguido; es más, se desmarcan de esas apariciones absurdas que a bombo y platillo anuncian sus seguidores o él mismo en las redes sociales. Y ahora estamos ante la situación de un candidato a presidente del Gobierno catalán a distancia, a la carta de su situación personal de huido de la justicia, con propuesta de celebración de investidura telemática porque algunos independentistas consideran que como tal circunstancia «no viene prohibida» en el Estatuto, es que se puede hacer, argumento ese carente de total fundamento objetivo y jurídico, como si todo lo que no estuviera expresamente prohibido fuera posible sin atender a lógica, sentido común y ética. Y se habla de posible investidura telemática o vía Skype, no entendiendo cómo entonces el president del Parlament ha tenido que viajar a Bruselas para reunirse, personalmente en vivo y en directo, con el candidato Puigdemont, para hablar con él, pudiendo haberlo realizado telefónicamente o por Skype. Y a todo esto dice Roger Torrent que el viaje lo ha pagado de su bolsillo, pero da igual, es cargo público representativo de todos los catalanes y ha de actuar como tal y no individualmente.

Está claro que todo obedece a la escenificación ridícula alrededor de la persona de Puigdemont, quien intenta manejar todo y a todos y resolver a distancia no su nombramiento como presidente del gobierno catalán sino su indefinida irregular situación personal el Bélgica. Y lo que se intentará es que su nombre, que no persona, esté merodeando hasta el último segundo el día de la investidura, se vote a otra persona como presidente, que a su vez lo nombre a él conseller en el extranjero, para así poder seguir justificando su situación de huido de la ley fuera de España.

Y los medios de comunicación, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, el órgano judicial, fiscalía y el Gobierno de Rajoy deben evitar caer en el juego de esas situaciones absurdas y ridículas. Ya sale en los medios numerosos periodistas apostados en la Junquera junto a agentes policiales, en los aeropuertos, etcétera para el posible arresto de Puigdemont, porque el señor Roger Torrent no descarta que se presente en el Parlamento catalán a la investidura, como si para tal detención fuera necesario tantos agentes y dispositivos. Como un amigo dice, mesura, y sensatez, que para ridículo, ya hay candidato.

* Abogada