Hoy, la liturgia de la Iglesia celebra la fiesta de la Epifanía del Señor, conocida popularmente como el día de los Reyes Magos. Cabalgatas por doquier, noche de ilusión, alegría desbordante, no solo en los niños, sino en los mayores. A pesar de que el relato de los Magos no tiene valor histórico, se nos ofrecerá siempre como una parábola de la vida, simbolizando en los tres personajes y en sus respectivas comitivas, el sello de la universalidad de la salvación. Según el teólogo Paul Tillich, la gran tragedia del hombre moderno es haber perdido la dimensión de la profundidad. Ya no es capaz de preguntar de dónde viene y a dónde va. Las generaciones actuales no tienen ya el coraje de plantearse estas cuestiones con la seriedad y la hondura con que lo han hecho las generaciones pasadas. Prefieren seguir caminando en tinieblas. Por eso, en estos tiempos hemos de volver a recordar que ser creyente es, antes que nada, preguntar apasionadamente por el sentido de nuestra vida y estar abiertos a una respuesta, aunque no la veamos muchas veces, clara y precisa. El relato de los Magos ha sido visto por los Padres de la Iglesia como ejemplo de unos hombres que, aun viviendo en las tinieblas del paganismo, fueron capaces de responder fielmente a la luz que los llamaba a la fe. Son hombres que, con su actuación, nos invitan a escuchar toda llamada especialmente provocadora, como puede ser la aparición de una «estrella» en el firmamento de nuestras miradas. Contemplemos hoy las siluetas multicolores de los Reyes Magos, repartiendo sus regalos, y aprendamos sus lecciones más hermosas: son «ejemplares buscadores del Salvador»; saben ponerse en camino hacia el Misterio; saben preguntar humildemente; superan los momentos de oscuridad y perseveran en la búsqueda; y, finalmente, adoran al Dios encarnado en la fragilidad de un ser humano. Este día de Reyes es un día de regalos. No olvidemos que hay regalos entrañables: una palabra amable, una mirada limpia, un abrazo, un apretón de manos sincero. Sin olvidar que cada uno de nosotros podemos ser un «gran regalo».

* Sacerdote y periodista