Uno, no. Dos son los revolcones que ha sufrido la querencia de Donald Trump por hundir el Obamacare, el programa sanitario que da cobertura a más de 20 millones de personas que carecen de ella. Su alternativa, el llamado Trumpcare, ha sido rechazada en dos ocasiones por los demócratas, pero también por representantes de su propio partido, el Republicano. La cobertura sanitaria impulsada por su predecesor en la Casa Blanca no tuvo una aprobación fácil, pero era la mejor herencia en términos de política interna que dejó Barack Obama. Por ello mismo, desde antes de su elección como presidente, Trump había prometido hundirla. Ahora, tras el segundo descalabro sufrido por su plan alternativo, ha sacado a la luz su verdadero carácter vengativo y su desprecio por los americanos a quienes tanto les recuerda lo mucho que les defiende. El presidente quiere ahora un voto que derogue el Obamacare sin plantear una nueva iniciativa legal de cobertura sanitaria para aquellos sectores que quedarían desamparados con la caída del programa existente. Con este nuevo fiasco, la popularidad de Trump decrece. Ahora mismo está a poco más del 30% de aprobación lo que, en seis meses de presidencia, es todo un récord.