El desplome del puente de Génova, que se ha llevado la vida de al menos 43 personas, se hubiera podido evitar porque ha ocurrido por causa de un cúmulo de negligencias. Lo dijo claramente el fiscal general de Génova, Francesco Cozzi, cuando afirmó que la tragedia no ha sido una fatalidad, sino que se debe a un error humano. Con la investigación abierta, la causa más plausible que barajan los expertos es la falta de mantenimiento de un puente que data de 1968 y que está ubicado al lado del mar, con alta exposición a la corrosión.

Este tipo de puentes elevados, que pasan por encima de poblaciones y casas habitadas, ya no se construyen actualmente por temas de seguridad de la misma manera que el de Morandi. A pesar de ello, en media España hay infraestructuras que penden sobre núcleos urbanos. No se trata de crear alarmismo, pero es absolutamente necesario que las infraestructuras se revisen y se actualicen y, sobre todo, que se descarte su uso en el caso de que hayan llegado al final de su vida útil, como parece que había ocurrido en el caso de Génova.

El Gobierno populista italiano ha optado rápidamente por un discurso demagogo impresentable. Ha acusado a Europa y su política de recortes durante la crisis del mal estado de las infraestructuras de su país, obviando que Italia ha recibido fondos estructurales precisamente para este tipo de inversiones, y ha amenazado a la concesionaria Atlantia, a su vez dueña de Abertis, de retirarle todas las concesiones del país. La investigación determinará las causas, pero el Gobierno debe asumir su responsabilidad y no alimentar su eurofobia con este trágico suceso.