Más allá de la prestidigitación con nota a pie de página, encontrar diferencias significativas entre Pablo Casado y Soraya Sáenz de Santamaría es un ejercicio de arabesco político. Claro que las hay: de escalafón biográfico y también de padrinos encarnados en esta nueva pugna por el centro perdido. Pero dejando a un lado la artillería verbal -con una munición de baja intensidad, con tanta mala baba como ingenio, o sea, poca-, resulta verdaderamente complicado encontrar la distancia entre los dos candidatos para liderar el Partido Popular. Cuando escribo estas líneas todavía no se sabe el resultado, y cuando se publiquen se sabrá: pero los próximos pasos estratégicos del PP, sea el que fuere, no sean muy distintos de un candidato a otro. Así, más de una vez ha dicho Pablo Casado que de no haberse presentado habría votado a María Dolores de Cospedal. Se entiende por el movimiento de fuerzas y la necesidad de aglutinar las huestes que han quedado dentro del tablero sin cabeza visible, pero tampoco entre Cospedal y Sáenz de Santamaría se aprecian divergencias más notables. Seguro que hay matices -y los hay-, pero hay que estar demasiado untado con la grasa que hace funcionar los engranajes para poder advertirlos. Porque después de tanto espacio dedicado a estas primarias, apenas conocemos las posturas de los dos aspirantes ante nuestros problemas inmediatos. Por primera vez hay democracia interna en el PP y quizá la falta de práctica les hizo olvidar -en el caso de Santamaría, rechazar- su principal sentido: un debate público de ideas.

Me gustaría saber cuál es el modelo ideológico que comparten Pablo Casado y Cospedal, que al parecer les aleja de Sáenz de Santamaría. ¿Qué es, la unidad de España? No: en eso están unidos. Y siendo eso mucho, no parece bastante. En buena parte del PSOE también se piensa así, y no solo en el PSOE. ¿Estar a favor de la unidad de España es un proyecto político? Hombre, no tanto. Es una idea, un concepto. Un derecho constitucional o una cerrazón, si quien opina es un separatista. Seguramente buscando diferencias se ha presentado Pablo Casado como el candidato que está fuera del aparato del partido, frente a una poderosa Sáenz de Santamaría que tampoco detenta, realmente, ese poder, que trabajó mejor María Dolores de Cospedal. ¿Ajeno al aparato, siendo el vicesecretario general de Comunicación del Partido Popular? ¿Un hombre de Aznar -y de Rajoy, no lo olvidemos- fuera del aparato? Seguro que ellos piensan que media un abismo de distancia entre los dos, que sus visiones de España tienen sus singularidades, y es posible que sea así. Pero no lo sabemos. Así que los dos, más o menos, como la tercera que pudo haber sido y ahora engrosa las filas de Casado, pueden parecer más de lo mismo, alianza y condena con sus propias memorias. ¿La gestión de Cataluña? Sí, es posible que Sáenz de Santamaría se equivocara con la fallida Operación Diálogo. ¿Es esto algo que los aleje? No olvidemos que Pablo Casado es esencialmente -al menos, hasta ahora- un hombre de Aznar, como lo era Rajoy antes de emanciparse, y nadie ha dialogado, ni hecho tantas concesiones al independentismo catalán, como el expresidente José María Aznar.

La defensa de la unidad de España y la familia no es bastante. ¿Qué opinan de la ley Wert o de la ley mordaza? ¿Y del tratamiento actual del aborto? ¿Hay que mantener el 155? ¿Hace falta más o menos dureza institucional? No sabemos lo que piensan, en qué se diferencian, al no haber debatido. Estas primarias no han dejado de ser un reparto de la tarta, como aquella de Hyman Roth en El Padrino II, pero sin encanto habanero. Si esto pretendía significar un giro democrático habría habido un debate de propuestas. Se habría trabajado un poco, me refiero, más allá de los viajes por las agrupaciones y las toneladas de palmadas o puñaladas en la espalda. Si lo que se busca es el centro derecha, harán falta más ideas: encontrarlas, fundarlas. Porque se tratará de integrar a más gente. Si solo se pretende vestir de moderación a la derecha de toda la vida, con Patria y Dios es más que suficiente, porque raramente se ha salido de ahí y de la liberalización económica.

La única diferencia real entre Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado ha sido la evidente. Y a pesar de la esquizofrenia sexista del momento, ni ser mujer ni ser hombre es garantía de nada, ni puede convertirse en un discurso. Por eso ambos candidatos han representado, desde esta diferencia, nuestra acelerada simplificación de la vida.

* Escritor