Éramos inmigrantes, recién llegados, primera, segunda generación, hijos de... Éramos marroquís, argelinos, tunecinos, egipcios, senegaleses o ghaneses. Éramos africanos, magrebís, norteafricanos o subsaharianos. Éramos amazighs, árabes, bereberes, rifeños, cabileños. Éramos catalanes o españoles o ninguna de las dos cosas o ambas cosas o ciudadanos del mundo o no nos preocupaban nada las identidades colectivas. Conservábamos fuertes lazos con nuestros países de origen o los habíamos roto o aún negociábamos con nuestras raíces o las habíamos olvidado del todo o las reivindicábamos a cada paso. Éramos familiares o individualistas, buscábamos a los nuestros o los rehuíamos.

Lo más probable es que la mayoría fuéramos lo normal en estos casos, personas que se relacionan con personas de todo tipo, que cada uno de nosotros tuviera una comunidad hecha por la familia más próxima, los amigos, los conocidos y los desconocidos que te encuentras en la escuela, el trabajo, las calles que compartes y que en esta comunidad hacía falta un esfuerzo adicional para pensar quién es quién, para establecer la línea divisoria que el día a día hace tiempo ha borrado.

Sí, éramos todas estas cosas y de repente no quedó matiz alguno y nos convertimos, sin más, en musulmanes. O peor aún, en comunidad musulmana. Éramos creyentes o ateos o agnósticos, vivíamos la religión con fervor o con cierta laxitud o no nos interesaba nada o practicábamos los rituales heredados de nuestros padres, también variados, pero de repente salimos a la calle como una sola comunidad, un grupo separado del resto como no habíamos hecho hasta entonces.

La identidad religiosa / Quienes piden a la «comunidad musulmana» que salga a condenar los atentados terroristas no entienden que el que un grupo de personas tenga una misma religión no es necesariamente una organización aparte, desligada del contexto en el que vive. Que cada oratorio forma una pequeña comunidad, a veces agrupada según pertenencias muy particulares, locales y no por un sentimiento de identidad religiosa, aunque este pueda existir.

Esta homogeneización, el reclamo del origen religioso, es precisamente el proyecto político del islamismo que quiere imponer la idea de que la pertenencia a la umma islámica está por encima de cualquier otra afinidad o filiación. Algo que también parece buscar el racista y ciertos sectores de la «sociedad de acogida» que parece interesada en fomentar el diferencialismo cultural.

Nos hemos olvidado por completo de la cultura, de la literatura, de la historia o de la filosofía. Los platós de televisión se han llenado de mujeres con pañuelo e imanes predicando. Proselitismo en horario de prime time, ni más ni menos. Y comunitarismo para todos, lo hayamos pedido o no.

* Periodista