Leo una entrevista espeluznante a Jim Rogers, un ex broker de Wall Street. Entre algunas respuestas llenas de sentido común que muchos de nosotros compartirían, como que hubiera sido necesario dejar caer (como han hecho los escandinavos) a los bancos, empresas y políticos que nos han metido en este lío en vez de rescatarlos (como hicieron en Japón antes), encontramos la muestra más zafia y canalla de entregismo y derrotismo: como que los jóvenes deben irse a Asia si quieren estar bien situados para cuando dentro de poco el eje económico que lidere el mundo se desplace hacia allí. Parece mentira que alguien al que presentan como un luchador hecho a sí mismo recomiende rendirse y dejarse llevar por el viento de la Historia. Jim Rogers se equivoca y obvia la fuerza de los valores occidentales. Occidente puede ser un gallinero lleno de gentuza especuladora como él, pero aquí inventamos cosas como la democracia, la igualdad y, sobre todo, la libertad (pasemos de la cursilería de la fraternidad) y el Cristianismo (vale, fue un rompecabezas de filosofías orientalizantes, pero aquí lo desarrollamos). Es cierto que la avaricia por el becerro de oro ha degenerado en el suicidio de la deslocalización, que destruye trabajadores dignos en occidente a cambio de crear esclavos en otras partes, pero todo esto debe pasar. Occidente es creativo, oriente es mimético, occidente es contradictorio e histérico, oriente es monótono y paciente. No, Jim, no hay que largarse a China, hay que encarcelar a los sirvengüenzas de aquí aplicando nuestras leyes democráticas (que allí no existen ni existirán). Y saldremos.

*Profesor