La cal viva marcó la frontera. A partir de aquel momento, Podemos mostró que su estrategia pasaría por poner contra las cuerdas al PSOE. Limpio de cualquier pasado cuestionable, con el ímpetu de la calle como máximo aval, ansiaba el pódium de la izquierda y el soñado sorpasso era posible. Pero la realidad no siempre coincide con los planes trazados en un folio, por mucha teoría política que se haya estudiado.

La victoria de Pedro Sánchez es la derrota de muchos. Dentro y fuera del PSOE. No solo de las huestes del viejo orden socialista y de ciertos poderes mediáticos que renunciaron al periodismo para sumergirse en el hooliganismo. La fuerza de Sánchez debilita la estrategia podemita para el control de la izquierda. Su apabullante victoria interna le confiere poder para imponer al partido un viraje a la izquierda, desembarazarse de lastres tan pesados como caducos y, también, marcar el ritmo de la oposición.

En Vistalegre II, Podemos entronó el poder de la calle y subestimó el de las instituciones conquistadas. Moldeó su perfil más agreste a cara de perro. Pero, por encima de todo, perfiló una estrategia de vasos comunicantes, con la mirada clavada en el otro y no en su propio eje. Su triunfo vendría por el fracaso socialista. Y se prepararon para auparse sobre el PSOE a cada tropiezo. Ahora, el rumbo trazado puede condenarles a ser una fuerza a remolque. Manipular cal sin protección tiene sus riesgos.

* Escritora