No consiguieron ponerse de acuerdo en julio y lo han hecho ahora, cuando la renovación de la cúpula de la Unión Europea ya no podía esperar más y cuando en el flanco oriental la crisis de Ucrania, con un Putin imprevisible y un número de muertos que ya supera los 2.000, amenaza la estabilidad de toda Europa. Los nombramientos del polaco Donald Tusk para presidir el Consejo Europeo, y de la italiana Federica Mogherini como responsable de la política exterior de los 28 responden a los equilibrios y lógicas internas de la UE: conservador-socialista, hombre-mujer, norte-sur.

Como ya se vio con sus antecesores en la cúpula continental, la capacidad para desarrollar el empeño para el que han sido nombrados no es un requisito primordial, predomina más la diplomacia y una aceptación global del gestor. Y ahí vienen las dudas. Tusk es un político preparado, con un largo recorrido en su país, pero está por ver si es capaz de ejercer la autorictas que debería acompañar al cargo, especialmente cuando uno de sus padrinos, Reino Unido, es en estos momentos un elemento perturbador de la Unión. En cuanto a Mogherini, todo está por ver. Su currículo es más bien breve y liviano, y ya antes de ponerse a trabajar en Bruselas ha tenido sus más y sus menos porque los países del Este recelan de sus relaciones con Putin.

EL ESTE TOMA POSICIONES

Más allá de las lógicas europeas de costumbre, estos nombramientos indican dos realidades nuevas. La primera, personificada en el todavía primer ministro polaco, es el peso ganado por el bloque del Este, una zona que solo empezó a integrarse en la UE hace 10 años. La otra novedad es el papel de primer plano adquirido por Italia cuando este país, que fue uno de los fundadores de la UE, había perdido su influencia en el seno de la Unión. Le delicada economía italiana, los episodios de corrupción protagonizados por su anterior mandatario Silvio Berlusconi y la inestabilidad sobre la que se ha sostenido su gobierno le mantenía en segundo plano en la política internacional. Queda por nombrar el resto de miembros de la Comisión, en donde se espera que España tenga algo que decir, y estipular el programa y las medidas para combatir la crisis económica. La convocatoria de una cumbre el próximo mes para tomar medidas que favorezcan el empleo, el crecimiento y la inversión se revela como la demostración de un fracaso porque se trata de la tercera convocatoria con idéntico cometido en poco más de un año, ya que las anteriores acabaron con escaso rédito y más divisiones que anexos.

El tiempo dirá si Tusk y Mogherini son las figuras adecuadas para este momento europeo tan difícil con varias crisis que se van acumulando. Lo que sí es una buena noticia es la salida de escena del inane Herman van Rompuy y la invisible Catherine Ashton.